Un día después de la tormenta

Lo que pienso es que aún sigue siendo algo difícil de seguir contando todo lo que ocurrió esa fatídica noche, muy duro narrar los acontecimientos de todo lo que sucedió durante aquel día despues de la lluvia.  También está el hecho de que es una historia que no me pertenece, puesto que soy un simple testigo de los hechos, aun así, los dueños de lo que voy a contarles ya no están presentes, por lo tanto será un gran honor volver a recordar a los queridos vecinos de mi hermana, los Salvarreta. 


Mi hermana Johanna siempre ha vivido en el mismo barrio desde que tengo memoria, últimamente casi no los visitaba, lo poco que sabía era que había tenido un bebe. Mi sobrino nació en agosto, eso me pareció algo típico, sobre todo porque la mayoría de los integrantes de mi familia cumple años en ese mes, exceptuando que yo los cumplo en septiembre. Las cosas siempre habían sido de lo más normal, yo vivía en el centro de la ciudad, alejado como siempre de las personas, lo cual no debe parecer algo inusual, simplemente por el hecho de que detesto el mundo, sobre todo convivir con otros.


Pero ya que entramos en contexto sobre la vida del presente narrador, debo mencionar que los hechos que voy a relatar no tienen nada que ver ni conmigo, ni con mi familia, lo que contaré es algo sucedido en las cercanas épocas de navidad, cuando todavía estaba pensando en la posibilidad de irle a hacer la visita a Johanna y a mi sobrino. Puesto que hace dos años que no iba por discusiones que tenía seguidamente con mi cunado, un hombre que no merece ser mencionado, ya que era alcohólico, no fui testigo, pero tengo sospechas de que la golpeaba y un tiempo despues huyo con una gran cantidad de dinero que habían estado ahorrando para el bebe.


Ya eran temas del pasado y era ocho de diciembre cuando salí esa mañana con mi traje de pantalón negro con su correa marrón, camisa manga larga blanca y zapatos elegantes de charol, el tiempo estaba favorable y llegue rápido al barrio. Sin embargo, algo cambió cuando me aproximaba, veía a muchas personas corriendo, de un lado para otro, la mayoría eran muchachos con ropas de estar en casa, algunos descalzos. Me preocupé un poco, pero sentía demasiada curiosidad, me saque rápido una mano del bolsillo y apresure el paso, ojalá lo hubiera hecho más rápido. Llegué a la esquina casi corriendo por la cerca, mi atención estaba en aquellas personas que llevaban baldes de agua y se aglomeraban mientras corrían.


—¿Qué es lo que está pasando señora?.—le pregunté muy acelerado, preocupado y con demasiada ansiedad por saberlo.


—Ay señor.—contestó la mujer medio gorda, con ropa pegada a su cuerpo, cabello tinturado de color rubio y ojos achinados.—Un incendio, se está quemando una casa.—lo más extraño de todo era que no dejaba de agitar las manos sudadas, despues se las pasaba por el cabello, luego las juntaba en modo oración.



—No es posible, no es posible.—me lamentaba mientras que agachaba la cabeza y despues vi el humo que salía de la casa a donde iban todos, en ese instante no sé cómo logré mantenerme en pie, ya que en ese lugar quedaba la casa de Johanna.


—Señor, ¿está bien?.—me preguntó la mujer al verme pálido y morado como una uva.—Si quiere lo llevo al hospital…


—No, mi hermana, tengo que llegar rápido a la casa.—solamente quedaban algunas casas adelante para llegar, la mujer me ayudó tomándome del brazo, pero cuando llegamos ya era muy tarde. La gente se amontonaba y hablaba, hablaba tanto que casi no entendía nada, lo real se había distorsionado gracias al lenguaje.


—Las llamas aún lo están consumiendo todo, sangre de cristo.—mencionó uno de los vecinos, aún estaba en pijama, solo miraba, se acercaba y volvía a alejarse.


—Dicen que son dos muertos, santo Dios.—dijo otra mujer con las manos en su cabeza.


—¿Ya llamaron a los bomberos?, deben llamar a alguien, se están muriendo.—gritaban muchos a lo lejos, entre ellos unos jóvenes que iban con baldes y agua.


—La madre y el hijo, dicen que fueron las víctimas.—murmuraban unas mujeres a lo lejos. No se que fue, pero tan solo fue escuchar aquellas suposiciones y de inmediato caí sentado y con las manos en la cabeza. Por suerte algo me hacía negar lo escuchado, así que me levanté rápido y me acerqué a las mujeres.


—Di-culpen se-ño-ras.—dije de manera ridícula tartamudeando.—¿Cuál es la casa del incendio? . —pregunte sin trabarse, ni razonar.


—En esa esquina, señor, al parecer fue… —la pobre mujer no tuvo tiempo de seguir despues de que asentí y salí corriendo. Tuve que meterme entre aquel tumulto de personas.—Permiso, déjenme pasar.—rezongaba, quejándome y casi llorando, angustiado de tan solo pensar lo peor. Cuando llegué al círculo de personas que rodeaban la casa, logré divisar que no era la de Johanna, sino la de su vecina. Las llamas salían a bocanadas de aquella vivienda que tenía rejas blancas y ahora eran negras. Era de dos pisos y al parecer el fuego se había expandido tan rápidamente que había bloqueado completamente la salida. Pobres personas las que estaban allí adentro me decía en mi mente. Al mirar hacia la casa de mi hermana únicamente lograba divisar como se pasaba el humo negro, por suerte en ese instante llegaron los bomberos, ya que el sonido del camión alarmo a todos.




—Gracias al cielo que llegaron.—decían casi todos.—Sigamos ayudando, esas llamas seguirán expandiéndose hay que tener cuidado.—respondió otro señor de figura muy delgada, moreno y de cabellos alborotados, de seguro un fumador perdido.


—Johanna, Johanna.—gritaba cuando llegué a la reja, quería ingresar, pero comenzaron a corrernos a todos.—Mi hermana, esta es la casa de mi hermana, déjenme ingresar.-seguía refutando a uno de los bomberos.


—Señor, cálmese.—era un hombre con un aspecto de autoridad, tenía traje verde y el símbolo de la policía. 

—Es la casa de mi hermana.—le decía desesperado mientras que la de al lado seguía vomitando llamas muy grandes. De pronto escuchó una voz, era tan conocida que lo hizo saltar de emoción. A lo lejos logró reconocer a su hermana atravesando la calle con su hijo en brazos.


—Alfonso, estás aquí.—dijo emocionada al tenerlo de frente. Él por otro lado está aún conmocionado.—¿Has advertido a los demás sobre lo sucedido?, no te parece que es una desgracia todo lo que ha ocurrido?, y todo por culpa de la bendita lluvia… —Johanna no dejaba de hablar mientras que seguía meciendo al niño, ambos estaban llenos de cenizas por el incendio.—Pero el hombre vio algo.


—Me alegra tanto.—se acercó más y los abrazo.—Que ambos estén bien.—ella se quedó perpleja y despues sin quererlo le echó una sonrisa.


—Hay ya, mira que vas a hacerme llorar.—manifestó con mucha felicidad.—Vámonos lejos de aquí, aún están intentando apagar las llamas del fuego. Cuando lograron apartarse, llegaron a un árbol y se sentaron en la base de cemento de aquel. Todos los vecinos seguían aún desesperados, no se encontraban para nada tranquilos. Seguían cuchicheando sobre lo ocurrido y las personas que se habían quedado atrapadas.


—Johanna, estaba muy preocupada. Dime, ¿qué fue lo que ocurrió?.—preguntó Alfonso al notar que la situación se estaba complicando, puesto que le había escuchado decir a otras personas que una familia se había quedado atrapada en el incendio.


—No quiero hablar de eso.—dijo con mucho dolor, de sus mejillas comenzaron a salir lágrimas.-Es demasiado difícil, pero si no lo hago Alfonso.—respiro de nuevo y miro a su bebe, el cual seguía profundamente dormido.—Voy a entrar en pánico.


—Aquí estoy, solamente cuéntame y yo te ayudaré. Lo prometo.


—Bueno te lo contaré… —resolvió al final decirle.—Todo ocurrió un día antes de la lluvia, ya sabes, ayer fue un día demasiado lluvioso, caían a cántaros como nunca las aguas del cielo.— volvió a parar y respirar.—Bien, la vecina Gladys había venido con sus tres hijos para traer un postre por navidad.—Johanna tuvo que contenerse para no volver a llorar.—En… Entonces hablamos un buen rato sobre la vida, sobre nuestros hijos y también los inútiles de nuestros maridos, aunque es cierto que su matrimonio era muy saludable y don Gerardo amaba mucho a su querida esposa.


—Dicen que ninguno sobrevivió.—decía un muchacho que venía con más baldes de agua.—Parece que el incendio fue demasiado profundo.


—No puede ser, no quiero creerlo.—se atormentaba Johanna. Su bebe se despertó un momento, pero  con ayuda de Alfonso, logró hacerlo dormir de nuevo.—Ella era tan buena hermano, me decía que era muy fuerte por haberme decidido a criar yo sola a mi hijo.—de repente sintió una brisa extraña, como de muerte, entonces estornudo.


—Salud, hermana toma este pañuelo.—ella lo agarró y se sonó la nariz.—Ojalá hubiera sabido hermano, quisiera, pero lo único que tengo presente de esa tarde es que los niños Migue, Marisela y Samuel jugaban con el bebe, parecían sus hermanos mayores, los tres niños se llevaban nada más dos años de diferencia. Pasamos una buena tarde. Nos comimos el postre y despues compramos pasteles de pollo con arvejas y gaseosa, estaba el vecindario tan tranquilo.


—Ya se están apagando las llamas, pero parece que ninguno logró salir.—solamente decían tantas cosas que ya ni sabían que debían creer.


—Sigue hermana.


—Al despedirse, ella me pidió prestado un enchufe para conectar el pesebre.—de nuevo tuvo que detenerse y tomar un poquito de agua que le había traído Alfonso.—Pero yo le dije que tenía uno que no servía mucho, ya que a veces ponía mucho problema, incluso cuando logré arreglar los cables yo sola. 


—Esos cables y tomacorrientes son peligrosos, Johanna, siempre es mejor dejar que alguien los revise o simplemente botarlos.


—Ya lo sé, pero una por no complicarse la vida.—manifestó algo sincerada.—No creas que no me arrepiento.


—Se los prestaste.


—Ella insistió.—confesó desesperada y comenzó a llorar.—Ella se fue, luego llegó la niñera del bebe y me despedí de los niños por la rejilla que separaba las casas.—Hay no sabes como estaba ayer. Cuando me fui a la oficina estaba soleado el día, más bien estaba corriendo un poco de viento.—volvió a mecer al niño y mirarlo mientras dormía.—Entonces, de repente a las 5 en punto el cielo se nubló completamente y comenzaron a caer las primeras gotas de agua.—dijo con más angustia.


—Sí, ayer fue un día de mucho llover desde esa hora, parecía que el cielo se fuera a caer.—confesó preocupado el hombre, ya que veía a su hermana cada vez más angustiada.—Si quienes no sigas.


—Necesito decirlo todo hermano.—lo miró con angustia y prosiguió, solo que esta vez lo tomó del brazo.—Cuando llegué a la casa comenzó a caer a cántaros un palo de agua que San Pedro había enviado. No sabes hermano, se me metían goteras por todas partes, los truenos y relámpagos eran tan fuertes que apenas podíamos escuchar lo que pasaba en otras casas, fuera de nuestras paredes.


—Yo tuve que poner varios baldes en toda la casa, no sabes, pero las goteras los llenaron tremendamente.


—Hay hermano, que dolor!.—dijo, pasando saliva y viendo hacia la casa que se había quemado. Para cuando los vecinos comenzaron a acercarse más, ellos también se levantaron y miraron un poco de cerca. Ya había llegado medicina legal, ellos sí que fueron demasiado rápidos. En ese pequeño momento comenzaron más los murmullos.


—Dicen que los niños murieron…


—Claro que no, fueron solo los padres…


—Todos están vivos, lograron salir a tiempo…


—Mentiras, lastimosamente ninguno pudo salir…


Ya no sabían qué pensar, había demasiados comentarios, chismes y opiniones que los confunden a tal punto de que llegaban a creerles a todos los que decían semejantes cosas tan radicales. Hasta que Alfonso se decidió a ir a hablar con el comandante o algún agente de medicina legal que le diera alguna razón fiable, porque todos estaban demasiado perdidos.


—No, Alfonso, espérate a que vengan, ellos están haciendo su trabajo, por favor.—le rogó su hermana.


—No intentes detenerme, si dejamos que esto siga, los rumores no cesan y nuestra angustia aumentará.—le insistió con mucha decisión. 


Se fue directo a donde estaban los hombres con sus trajes de enfermeros. En la primera fila estaba un sujeto alto de cabello mono y ojos verdes con un fichero. El de inmediato se acercó y les preguntó lo primero que se le vino a la mente.


—Buenas, necesito saber si había personas. ¿Quiénes fueron víctimas del incendio?.—resolvió preguntar sin más.


—Esa información no se la puedo dar señor, aún no estoy autorizado.—confesó el hombre. El sol ya estaba saliendo mas rápido aquella mañana, de seguro aquello era lo mas tonto que había escuchado, en cualquier momento todo se sabría hasta el otro lado de la ciudad.


—Por favor señor, mi hermana era la vecina y está preocupada.—confesó el hombre algo desganado y sin ánimo de darse por vencido.


—Mire señor, lo hacemos para que los demás no se alteren, pero es imperativo que no se enteren. —la mirada de Alfonso en un pequeño momento se perdió en aquella casa, quemada, llena de cenizas, son todavía mangueras de agua apagando el incendio y despues escucho un murmullo. Se perdió en aquellas palabras que no escuchó puesto que estaba mirando el charco de agua que reflejaba su sombra y la del árbol que se encontraba cerca, todavía le traían recuerdos de la peor tormenta que habían vivido en años.


—¿Cómo dijo?.—volvió a preguntarle al enfermero.


—Todos murieron señor.—dijo demasiado triste, cerca y con algo de melancolía en su mirada. —Cuánto lo sentimos, pero ninguno logró sobrevivir.—no podía creerlo, de inmediato se quedó quieto, como pasmado, tendría que decírselo, debía confesarle a su hermana la horrible verdad. Se retiró rápido, cuando se fue a buscarla al lugar donde había estado sentado, no la encontró, solamente el vacío del lugar. Camino mucho más, corrió angustiada, hasta que la encontró sentada en una banca pero sin el bebe.


—Johanna, ¿dónde está el bebe?.—le pregunto muy angustiado ante aquella situación.—Tengo muy malas y tristes noticias mi querida…


—Ya lo sé.—mencionó secamente. Su rostro se veía más pálido, blanco y de repente noto que sus cabellos se habían ennegrecido y alborotado por el viento que pasaba.


—¿Qué quieres decir querida hermana?.


—Yo vi sus rostros cuando se quemaron.—siguió diciendo, mientras que miraba al frente, como si de una demencia senil se tratara.—Esta noche los truenos golpeaban los techos con tanta fuerza y las gotas caían a cántaros, el bebe no podía dormir, estaba tan angustiada, no sabes cuanto.—cerró sus hermosos ojos cafés claros y lo miro a los ojos.—Así que no tuve más remedio que pasar por la rejilla a la casa de Gladys.


—No, no es posible.—del rostro de Alfonso salieron lágrimas enormes, luego quiso sentarse a su lado, pero una fuerza invisible, lo seguía atando al lugar en donde estaba parado.


—Ella era muy buena, además éramos amigas.—agacho la cabeza y cuando volvió a mirarlo, solamente era una mancha en el camino que llevaba a las casas llenas de ceniza.—Me pidió que me quedara, teníamos demasiado miedo.—se levantó y comenzó a mirarlo con más seriedad y dolor.—Todos, hasta los niños estaban aterrados por los truenos, el bebe no dejaba de llorar, nosotras estábamos temblando, sudando, angustiadas y luego.—exclamó con calma.—Hicimos una pequeña oración cerca al pesebre, claro con el cable que yo le había prestado, el que sabía que estaba dañado.—repite con culpa.—tuve que ir a atender al bebe y despues los demás se fueron a dormir.—de su rostro salieron lágrimas de color negro y se pudieron mucho mas oscuros que antes, luego se elevó y se acercó a él.—Cuando olfatee el olor a chamuscado, ya las llamas estaban en mi cama.—respondió con miedo.—No sabes, cuanto grite, primero claro, se quemó todo lo que había en la pieza y luego tomé al bebe en mis brazos y lo apreté contra mi pecho, lo cubrí con todas las sábanas.—las lágrimas negras salían en abundancia.



—Basta Johanna, ya no más.—contestó él muy asustado.


—Salte sobre la llama, me queme completamente, tanto, que no pude volver a levantarme, solamente mirar como toda la familia corría y despues se quedaba en un rincón, esperando el doloroso final de morir quemados.—comenzó a desvanecerse cuando Alfonso se acercó más con tanta angustia y desesperación.—Lo último que escuche fueron las lágrimas del bebe, despues silencio y despues el dolor que me torturaba la carne poco a poco.—camino hacia el sol y se perdió.—Querido hermano, todos conocerán lo que ocurrió, pero yo no estaré para leerlo o verlo en las noticias de primera hora.—manifestó más lejos.—Ni Gladys, ni su esposo, ni sus hijos, ni mi bebe, nada más somos las manchas que registraron como incinerados.


—Señor, señor, respóndeme.—le escuchó decir de nuevo a aquel hombre, el de cabellos claros y ojos verdes que llevaba uniforme. De un momento a otro se despertó de su ensueño, estaba tan confundido.


—Dígame ya.—le dijo gritando y cogiéndolo de su traje al ver que no estaba con su hermana. 


—¿Quiénes murieron en el incendio?.-de sus ojos salieron lágrimas más profundas y desgarradoras.—Dígamelo por todos los cielos, tenga compasión por este viejo.


—Una familia y una mujer con un bebe.—dijo al fin aquel sujeto que solo podía ver la angustia reflejada en la presencia del hombre.


—El nombre, dígame el nombre de la madre del bebe.—le refuto casi sin aliento como para mirarlo.


—Johanna Salvarreta.—el anciano lo miró de nuevo, en su rostro se dibujó una leve sonrisa y luego salieron a cada lado lágrimas de pérdida, pena y sufrimiento. Ese día encontraron a don Alfonso Salvarreta desmayado en el suelo del pavimento que se hallaba en frente de las dos casas incineradas por el incendio. Y así como él lo supuso, en menos de medio día, la noticia llegó al otro lado de la ciudad, del país y del mundo. El pobre anciano estuvo en el hospital durante un mes, prácticamente delirando, perdido y sin ganas de vivir. Claramente, le brindaron atención psicológica y logró recuperarse, solamente fue despues de un año que tuvo el valor para leer el titular que había publicado ese día sobre el terrible incendio donde murieron dos familias inocentes, este fue titulado: Un día despues de la tormenta.



*** 

FIN

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Nota de la autora:

Hola a todos, gracias por continuar leyendo mis escritos, espero que los estén disfrutando. Tengo algunas redes sociales relacionadas con la lectura, aquí encuentran reseñas, información sobre libros, novelas, películas, series, relatos y avisos sobre mis nuevos escritos (en la descripción están los enlaces directos).

Espero que comenten que les parece la historia, le den amor y si tienen preguntas estaré atenta para responderlas.

Disfruta de la lectura en mi universo de letras.

Y.J. Riveros.


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