Los dos colmillos del veneno

En muchas ciudades, tiempos y épocas han existido seres peculiares, que quizás al dejar de ser humanos reciben dones sobrehumanos o maldiciones tormentosas, aunque esto cada cual podrá juzgarlo al final, pero para conocer la historia de la criatura de la noche que se volvió leyenda, es necesario transportarnos a un lugar oculto en las profundidades de un país poco o muy conocido por su biodiversidad y riqueza cultural así como por la contaminación de una sociedad que de generación en generación ha sido dirigida por el veneno de la corrupción y las tanto buenas como graciosas mentiras.


Fue hace un siglo que todo comenzó, con la boda del aviador Camilo Suárez, quien para ese entonces ya estaba más que casado con Manuela Cristancho, era de cabello castaño, ojos marrones, mirada dulce y la futura heredera de los terrenos de los Silva. Durante estos tiempos fue más lo que duró La guerra que las pocas festividades que se podían preparar, por esta razón, ese día tuvieron que esperar a que el coronel Hernesto Silva saliera de viaje para que los enamorados se casaron a escondidas en la capilla más cercana, puesto que a Camilo lo habían solicitado varias veces para regresar al campo de batalla. Tuvieron solamente una pequeña reunión en la casona con amigos cercanos y lo mejor que lograron preparar los cocineros, también hubo música, pero con el afán fue imposible poder disfrutar del momento.


Pasaron pocos días de luna de miel en una casa de campo cerca a la estación, de donde tuvieron que partir. Para cuando el ferrocarril llegó fue inevitable que a Manuela no se le salieran las lágrimas, Camilo la abrazó y le dio un gran beso, despues en la frente a modo de bendición.


—Regresa, por favor, podremos volver a ser felices.—le confesó al oído mientras que la abrazaba con toda su fuerza.


—El abismo de la guerra nos separa, pero yo desearía cada día regresar solo para verte mi Manuela.—fueron aquellos gestos los que la hicieron despedirse del hombre amado mientras que sacaba un pañuelo y lo agitaba en el aire negro que dejaba esparcido por aquella vía férrea.


Al regresar a casa, tuvo que confrontar a su padre y decirle toda la verdad, don Hernesto era un señor que no admitía semejante desobediencia, por eso la golpeo tan fuerte y encerró en su habitación para que nadie se enterara de la deshonra que había ocurrido en su casa. El tiempo pasó tan rápido que los días se volvieron semanas, Manuela cada vez se veía mas pálida, solamente llevaba siempre pijamas largas blancas y una ruana encima de color azul con rayas negras. Un día se sintió tan mal que vomito a cántaros, luego de que sus criadas la ayudaran se dio cuenta de su estado de embarazo. Su padre ni se preocupó, solamente la obligó más a estar oculta y le prohibió la salida en público. Al pasar un año, nació el bebe Rómulo Suárez, lo mejor para Manuela fue la carta de días anteriores en la que su amado le decía que llegaría a tiempo, y así fue.


—Necesito que te quedes al mando de los negocios, de mi hija y nietos Camilo.—le ordenó su suegro, don Hernesto, quien estaba propuesto a irse a la guerra por su ciudad.


—Señor, debo regresar, es por mi honor, además solamente vine para ver a mi esposa e hijo. —contestó con demasiada decisión.


—Si vamos los dos, Manuela puede perdernos y quedará sola con el niño en este mundo de hombre necio.—le refutó el señor.


—Ella estará bien y le juro señor Hernesto, que por mi vida defenderé a mi patria y regresaré con ella para cuidarlos.


Lo que ocurre despues no fue nada  de lo que la gente esperaba. Esos últimos días de los años 1901 y 1902 estuvieron llenos de tragedia y dolor, las mujeres con sus enaguas y chalés iban a la estación del ferrocarril para despedirse de sus amados padres, hermanos y esposos. Los ancianos y algunos niños con sus trajes y sombreros despedían a los uniformados. Don Hernesto y Camilo partieron a la guerra, mientras que Manuela se queda inmóvil y con un dolor demasiado fuerte en su corazón. Al finalizar la guerra, a los pocos carros que pasaban se les escuchaba el pito demasiado alto, la gente celebraba, bailaba y salía a caminar, algunas mujeres con sus abanicos hablaban casi entre ellas, luego iban a misa para agradecer, mientras que los hombres hacían bulla con los trotes de sus caballos, gritaban y luego se dirigen a las tabernas a pasar un buen rato.


Lamentablemente, Manuela Cristancho recibió en su pleno segundo embarazo la noticia de que su padre había muerto. Esto la destrozó tanto que ni siquiera el regreso de Camilo pudo ayudarla. Al dar a luz a su segunda hija llamada Roxana Suárez, dio su último aliento de amor y felicidad de ver a sus hijos vivos, de haber amado y dado su vida por los hijos de la patria. Muchos dicen que su muerte destrozó al destrozado Camilo, quien se refugió en los aviones de día y despues en las tabernas de noche. Sus dos hijos, Rómulo y Roxana fueron criados por nodrizas y educados por criadas, a quienes el señor les permitió vivir con sus siete o nueve hijos en la casona. 


Pasaron diez años y los niños se volvieron mayores, fue entonces cuando su padre decidió volverse a casar con una mujer del extranjero, era francesa, de Gran Bretaña o Irlanda, alguno de esos lugares, pero los dejo a todos boquiabiertos, era demasiado blanca, alta, de cabellos rubios, ojos oscuros que tiraban casi a rojo, muy bella, con dientes demasiado brillantes y filosos. Se llamaba Elisa, pero la convivencia con esta nueva señora no fue tan buena, así que los niños decidieron mantenerse alejados de los lugares por los que paseaba. Sin embargo, comenzaron a ocurrir cosas muy extrañas, su padre comenzó a pasar mucho más tiempo encerrado con ella, se le veía de día pálido, casi perdido en otro mundo, mientras que cada día pierde más ánimo de vivir.




—Tiene embrujado a padre, estoy segura de que es una engatusadora.—decía furiosa Roxana.— No es buena, Rómulo, estoy segura de que debajo de tanta belleza hay un secreto que nos va a destrozar más de lo que ya estamos.


—Bueno no hay que negar que es muy hermosa, pero se me hace tan extraño que padre no haya vuelto a volar un avión.—apuntó rascándose la barbilla y sacando un cigarrillo, lo prendió y se lo fumó.

—Deja eso ya, vas a terminar enviciándome.—manifestó su hermana, mientras que sacudía el humo a otra parte.


—Ella no se refleja en el espejo, sabes.—le comento por fin con demasiada tranquilidad.— Además, mandó a colocar cortinas en todas partes, últimamente me he sentido en plena oscuridad y con estos calores, deberíamos irnos a vivir al pueblo mas cercano, allá si hace buen clima.


—Ya lo sé, desde hace mucho, cada día se le ve más hermosa y también adora las flores, pero prohibió las de verbena, ja como si crecieran por aquí. Sabes, siento que tiene un alma contaminada, negra y oscura, estoy segura.—pensó durante un buen rato.—Y si consultamos con el padre Roberto?.


—Que va a saber el padre de esto, lo único que nos va a decir es que somos unos paranoicos. —manifestó Rómulo, colocó su mano en uno de sus bolsillos y sacó otro cigarrillo.—Toma, este es para ti.


—No quiero, mejor voy a confesarme con el padre Roberto, tú deberías hacer lo mismo.— contestó muy desanimada por la situación que se vivía en casa.—Esos vicios no son de Dios, mejor ve a la biblioteca o a jugar un partido.


—Si piensas hermanita, que soy el único vicioso aquí, estás muy equivocada.—eso la hizo sospechar de aquella mujer tan cruel y enfermiza por verse bien arreglada o quizás se refiere a las criadas.


—Sin sarcasmo Rómulo, ya estoy de los nervios.


—Mírale el cuello a padre entonces y verás que pronto seremos huérfanos completamente.—aquel hermano perdido por el vicio o no la hizo temblar de miedo, soltó su sombrero y salió corriendo a la habitación de su padre. Cuando llegó ya era demasiado tarde, por más que se recogió el vestido y subió de a dos los escalones, llegó para encontrarse con un charco de sangre en todo el piso, al levantar la vista encontró a su padre colgado, blanco y sin vida. Estuvo a punto de desmayarse, intentó contener el grito, pero de repente sintió que dos personas la rodeaban detrás de ella, gritó tan fuerte que las lágrimas salían como fuente de agua viva.


—Deja que te convierta Roxana o terminarás igual que padre.—le decía su hermano, el cual ya no era nada que se le pareciera, de repente apareció Elisa, con una sonrisa tan siniestra que la hizo querer correr de inmediato, pero no pudo salir, ella le bloqueó el paso y la empujó con tanta fuerza que era imposible para una simple mortal.


—Como se nota que nunca leíste Drácula, hermanita.—Roxana apenas podía levantarse del suelo, estaba llena de sangre y con el vestido que antes era rosa con manchas rojas.—Eres tan tonta que no te diste nunca cuenta de nada, la débil Roxana, la menor, la inocente y dulce hermana menor.


—Eres un traidor.—le manifestó por fin cuando pudo alzar la vista.—Te dejas engatusar por esta vagabunda cuando padre estaba a punto de casarse con ella.


—Nos enamoramos.—respondió Elisa muy firmemente con sus ojos rojos, se acercó y la agarró del cabello. Roxana gritó de dolor, intentó golpearla con sus pies, pero fue inútil, para cuando la tuvo enfrente, la vio como realmente era, una criatura horrible, de orejas puntiagudas, blanca como el arroz, más alta y con más fuerza. Cuando vio que iba a sacar sus filosos colmillos llenos de veneno, la joven se armó de valor y la mordió en el brazo que la sostenía, cayó rápido al suelo y mientras el demonio se retorcía de dolor, ella gateó hasta la puerta. Se levantó y apenas pudo respirar.


—Tú no vas a ningún lado hasta quedar asegurada tu vida para toda la eternidad.—dijo su hermano, la tomó de una pierna y la arrastró con muchísima fuerza hacia el centro de la habitación. —Eres mi hermana menor y debo protegerte siempre.


—Te odio, tú no eres mi hermano.—le gritó con tanta rabia e ira mientras lo pateaba.—Te dejaste manipular por esta bruja y ahora míranos, mírate, crees que la solución es vivir por siempre, pero no sabes lo que deseas, no lo sabes.—gritó más fuerte. Él se quedó pensativo, luego escucharon a lo lejos más gritos, ya que mientras que ellos discutían, la ciudad fue infestada por toda clase de plagas, insectos voladores, cucarachas, ciempiés, moscas y hasta serpientes. La gente de la ciudad corría despavorida, llena de terror hacia sus casas, en donde los esperaban aquellos insectos que provocan asco, pavor y pánico.


—Conviértete ahora Elisa, ya es demasiado tarde, hemos de huir y escondernos en la oscuridad antes de que vuelva a salir el sol.—para la suerte de estos dos seres de la noche, su mejor momento había llegado. Aunque Roxana intentó volver a salir corriendo, la vampira agarró sus brazos y su hermano sus piernas, ella quitó el cadáver de su padre, este cayó al suelo y sonó como un bulto de piedras. Ella solo lloraba y gritaba para que la ayudaran. Fue muy tarde, para cuando emitió el mayor relámpago que sale de su voz, Elisa había sacado sus largos colmillos y ya veía en ella el veneno de sus espinas blancas corriendo por todo su cuerpo. Pero no, en vez de ver eso, lo único que pudo reconocer fue una estaca metida en el pecho de la vampira mientras que su sangre negra caía en su cara. Ella se volteó, miró a Rómulo con tristeza y cayó al suelo, ella siguió retorciéndose hasta quedar inmóvil.


—Tú la… la… mataste… como… por qué.—no alcanzó a pronunciar más hasta que vio que su hermano se acercó tan rápido y veloz que apenas pudo gritar cuando él metió sus colmillos venenosos en su cuello. Podía ver la maldad en plena tragedia, las moscas corrían de allí para acá, los insectos voladores invaden la antigua habitación de sus padres y ella convulsionaba mientras que el veneno recorría cada parte de su débil cuerpo. Estuvo segura de qué murió, se sentía la más desgraciada, apenas era consciente de que se encontraba en alguna parte, sentía las sábanas blancas mojadas de sangre. Olía a quemado, estaba segura.



—Despierta, debemos marcharnos, despierta.—le gritaba alguien, una voz conocida. Cuando dejó la oscuridad y vio con claridad, solo veía más borroso, solo había una vela prendida cerca. Sentía su cuerpo, era diferente, ya no era ella misma, luego llegó la culpa.—Roxana, vamos soy Rómulo, levántate ya, debemos irnos, una muchedumbre viene por nuestras cabezas.


—No siento… creo que estoy muerta.—resopló sin ánimo, mientras que olía más y más a quemado. Se miró las manos y luego se incorporó rápidamente. Su hermano la tomó de los brazos y la empujo hacia la puerta dorada, a pensar pudo ver el rostro del cadáver de su padre rogando por su perdón y el de aquella mujer extranjera con una estaca en el pecho, adolorida, pero a la vez redimida despues de haber vivido tanto tiempo en un mundo de hombres tan cruel, en el que la vida eterna le había quitado el amor, luego estaba su madre, en esa misma cama, en donde ella había sido convertida habían nacido, los había tenido, allí ella dio su vida para que viviera y ahora su hermano le vendía su alma al diablo para darle una eternidad.


—Déjame, suéltame, no me toques.—gritaba con desesperación.—No sabes cuanto te odio, te odio.—lo empujó varias veces, tanto que ya comenzaba a sentirse más fuerte y poderosa.—Mira lo que has hecho, mira en lo que me has convertido, mira esta ciudad, es un desastre, todo lo arruinaste… rompiste a esta familia, ya no queda nada por tu culpa.—Rómulo no podía sentir nada, porque era así, incluso antes de ser vampiro, pero su hermana podía, ella era como un remolino de emociones que salpicaba hacia todas las direcciones. 


A lo lejos podía escuchar las muchedumbres de ciudadanos enfurecidos acercándose a la casa. Venían con antorchas, sabían que tenían muchas ganas de acabar con aquella abominación que había llegado del extranjero, querían que toda aquella tormenta terminara, por esto destruiría de raíz lo que se ocultaba en las grandes casonas. Las llamas no tardaron en llegar a todas partes, se veía por las ventanas como salía el humo, todos los criados dieron su testimonio sobre lo que había ocurrido, pero ninguno era verídico o apuntaba a la presencia de una criatura como el vampiro. Los dos hermanos desaparecieron en medio de aquella terrorífica noche, nadie volvió a verlos, para cuando el fuego comenzó a disminuir, no quedaron sino las ruinas de aquella enorme casa, en donde supusieron todos que habían muerto todos, incluso se declaró como antigua casa embrujada, en donde aquella mujer del extranjero había traído una maldición al pueblo, otras personas decían que el padre y los hijos lograron escapar, pero así fue, nunca se supo realmente qué fue lo sucedido. La enorme cantidad de terrenos que había heredado Camilo Suárez y sus hijos fueron destinados para la construcción del primer aeropuerto en la ciudad, el cual recibió el mismo nombre del aviador. 


Durante un siglo completo las dos criaturas de la noche estuvieron vagando por callejones oscuros, tiendas desiertas y calles desoladas. Al principio Roxana intentó alimentarse de animales, pero con el tiempo su hermano, como siempre la impulsó a probar la sangre de humanos, la cual era más nutritiva y refrescante. Ambos vivían como animales, caminaban de un lado para otro y nunca se quedaban en ningún sitio, con el pasar de los años se habían dado cuenta de que la eterna juventud sin dinero era un desperdicio. Hasta que un día ella decidió que anhelaba tener una vida normal, regresar a la escuela y vivir en algún lugar normal, ya que desde entonces jamás dormían, solo caminaban y caminaban. Se recostaban o descansaban en los pequeños bosques que había, los cuales siempre estaban cerca a las cañerías, por donde pasaban las aguas negras.


—No me he reído, pero tú jamás podrás contenerte.—respondió incrédulo Rómulo.—Terminarás algún día matando a alguien, ya lo verás.—Él sí lo había hecho muchas veces, pero por alguna razón, ella siempre los soltaba, solamente bebía una pequeña porción. Sin embargo no fue nada fácil. Ambos tuvieron que acostumbrarse a vivir en callejones oscuros, merodear por los túneles que conducen las aguas negras y acostumbrarse a parecer indigentes para recibir un poco de comida o limosna.


—Es que estoy harta, entiende, llevamos muchos años en lo mismo, si no fuera por esta fuerza que tengo, ya algún sujeto me hubiera hecho daño o violado.—exclamó con desconcierto.


—Síguelos dejando inconscientes y verás que regresaran por ti.—manifestó orgulloso de su enorme fuerza.

 

—¿Tú no extrañas la luz del sol, a las personas y la vida que llevábamos?.—le preguntó muy triste, se acercó una rata, se agachó, la acarició y jugó un rato con ella. Aquellos lugares olían a orines, suciedad y mugre. A veces era algo insoportable, pero ella prefería estar allí, quizás comer ratas, sacarles la sangre a algunos drogadictos, borrachos o personas que pasaban por aquel camino. Despues de aquello los dejan inconscientes y les hacen creer que la mordida había sido de una rata o murciélago, el caso era que en la entrada de su cueva había un árbol repleto de aquellos animales que volaban. También había pasto seco, la gente a veces pasaba en sus automóviles y tiraban todo lo que ya no les servía, zapatos, medias, comida, animales, bolsas, ropa, asi que podría llamársele la entrada al infierno, el cual para ellos era la mejor prisión que los mantenía alejados de las demás personas y de cometer los peores crímenes posibles.


—Esta es nuestra vida ahora, acéptala, debemos seguir adelante con nuestros planes.—le respondió, se sentó a su lado en un pequeño rincón de aquella cloaca mientras veía como salía el agua sucia y con el peor olor de todos.


—Ya llevamos casi un siglo aquí escondidos, creo que perdí todo Rómulo.—confesó la pequeña Roxana, quien a pesar de ser una vampira rápida, fuerte y bella, preferiría ahogarse en la suciedad, culparse todos los días, llorar desesperadamente y alimentarse cada vez que le sea posible.—Nos hemos vuelto igual que todos esos hombres asquerosos que pasan por aquí.—reflexiono un momento, las lágrimas que le salían le limpiaron un poco su rostro sucio, pero con sus manos volvió a quedar con manchas negras.—Ahora y más que nunca somos adictos a la sangre humana. —la jovencita tomó la rata y la partió en dos, despues comenzó a chuparle la sangre, despues hizo a un lado las vísceras y órganos.


—Yo más que tú, al menos tú puedes contenerte, yo tengo que hacer lo posible por parecer un mendigo.—las cosas eran así ahora, su hermano durante todos esos años había matado a cientos de personas, no había sentido nada de remordimiento, lo cual podía demostrar en los periódicos y noticias, en las que a cada rato informan la muerte de alguna persona perdida en las drogas o el alcohol, a quienes nadie les importaba por la misma razón. Rótulo se veía más joven por lo mismo, pero ella a pesar de alimentarse con sangre de animales, necesitaba la humana. 

—Recuerdas aquel sujeto que nos vio bebiendo la sangre a la chica que se iba a suicidar con la jeringa de heroína.—eso sí que lo recordaba, se levantó y limpió la sangre de su boca, dejó la mitad de la rata a un lado y luego tiró la otra más lejos.


—Creo que era Crack.—obviamente no lo sabía, ambos estaban en la misma situación, solamente que ellos no podían morir por sobredosis, tampoco por suicidio, disparos o por alguna enfermedad tóxica como habían visto morir a muchos.


—Cocaína, anfetaminas, marihuana, lo que sea.—refutado enfurecido, se recostó más porque se sentía incómodo.—El caso es que la detuvimos para beber un poco de su sangre y en eso nos vio una pareja de marineros que venían caminando, ya sabes esos, los del pelo alborotado y la piel morena.


—Todos son iguales, morenos, algo feos, descuidados, sucios y con el pelo greñudo.—resoplo, se colocó de pie y le indico para ir a bañarse al río.—Pero si lo recuerdo, esos tontos, creyeron que gritando y yendo a contarles a todo el mundo les iban a creer, sobre todo en esta ciudad tan escéptica, no me hagas reir.


—Ese fue el caso querida hermana, pero tienes un acierto, esta gente sigue siendo la misma. —manifestó el vampiro. Puede que seamos ignorantes, vagabundos, mugrientos y asesinos.


—Yo no soy una asesina.—manifestó con una mirada fría y siguió caminando. Sus ropas daban lástima, él llevaba una camisa blanca con un roto en su espalda, una cachucha y unos pantalones caídos y Roxana una falda corta tiro alto, una licra debajo una camisa corta azul con letras.


—Ya lo serás, va a ver.—sugirió muy contento.—Bueno, el caso es esta ciudad y mira que yo entiendo la situación, cada vez todo está más caro a comparación de antes, obviamente menos trabajo, claramente más políticos corruptos que ganas por obra de magia y se llenan sus bolsillos de plata hermana, dinero, es eso lo que define la situación de las personas en todas partes.-confiesa el presumido vampiro.


—No a todas, recuerda que no debes generalizar y que ellos a diferencia de nosotros deben rebuscarse para poder alimentarse, en cambio de lo que no se dan cuenta es que su presencia en este mundo significa también nuestra eterna alimentación.—le contestó la jovencita, quien al ver que habían llegado al final del canal se emocionó solo de ver el agua dulce que rebota por el río. Que hermoso se veía de noche, el único momento en el que podían salir. Al terminar de asearse un poco, tuvieron que tomar decisiones difíciles para ella.


—Debemos robar, necesitamos ropa nueva y además cosas de aseo.—eso jamás le había preocupado a su hermano, en el fondo sospechaba que tenía otras intenciones y esta vez sabía que eran malvadas, quizás las más crueles que podía ver en sus ojos.


—No, ya viste lo que ocurrió la otra vez cuando intenté sacarle dinero a esas personas que ni conocíamos.—le manifestó muy avergonzada, pero a la vez fuera de sí, porque así fuera la vampira mas buena de la historia, había algo dentro de ella que se había quebrado y estaba afectando su estado mental.


—Solamente fuiste muy mala actriz.—le confesó Rómulo.—Quisiste hacerte pasar por loca y ese fue el resultado, en serio, hermanita, deja de hacerte la benévola y acaba con todos.


—Rómulo, basta, sabes muy bien que no estaba fingiendo.—volvió a decirle.—Debo ir a un centro de atención psicológica o algo asi.—De inmediato su hermano se echó a reír, tanto que la hizo enfurecer muchísimo.


—Es un centro de rehabilitación y desintoxicación tonta.—y no dejaba de reírse por nada.


—No te burles, en serio, hay días en los que pierdo la noción de este mundo y sin quererlo hago cosas que no quiero.—contestó muy triste. Y era cierto, a veces se le veía barriendo con las manos caminos llenos de mugre, hojas o piedras, otras veces hablando sola a una pared con una escoba, incluso en muchas ocasiones ha exigido que se le dé dinero por sus desastres.


—Tal vez hay una manera de que puedas superar ese trauma, que según veo es vampírico.— confesó su retorcido acompañante.—Tienes que beber sangre humana y por eso vamos a robar.


—No lo voy a hacer, ya me conoces.


—No hoy Roxana, la vampira buena.—estaba tan entusiasmado porque iban a salir de nuevo a la ciudad, arriba de las alcantarillas, tanto que decidió tenderle la mayor de las trampas por su bienestar. —Vas a ver que solo te hace falta entretenerte.


—No quiero, me lo prometiste, recuerdas, hace un siglo, cuando peleamos, dijiste que no me obligarían a ser algo que no quiero.—eso, igual ya era muy tarde, su hermano había decidido por ella en lo que sería y se iba a convertir.


—Pero tienes que venir.—respondió y cruzó los dedos en su espalda.—He encontrado la cura para volver a ser humanos.

La llegada del circo alegraba a todos en la ciudad, sobre todo a Mateo, el hijo de la mejor investigadora fiscal. Michelle era una madre demasiado permisiva y no dejaba que su hijo tuviera tantas libertades por miedo a que se volviera caprichoso, además con tantos indigentes que llenaban la ciudad y casos de niños desaparecidos, se había prohibido confiar en las personas. Desde que el padre de su hijo la había abandonado con tan solo quince años se había dado cuenta de que el mundo era un lugar cruel, peligroso y solamente los más inteligentes podían sobrevivir a él.


Todo ocurrió en un pequeño momento, cuando vio que su hijo se bajó del carrusel para ir a comprar palomitas a la tienda. Ella estaba escuchando sobre nuevos casos de muertos encontrados en las alcantarillas, en el fondo sabía que lo único con lo que marcaban a las víctimas era con dos huecos o cicatrices en sus cuellos como colmillos.


—Estos criminales siempre han estado haciendo lo mismo, lo único que quieren es hacernos creer que sus pecados son cometidos por seres míticos.—respondía siempre en las entrevistas, sobre todo en la que presentó en la feria.—Pero esta es la verdad, en el mundo real no hay pruebas de la existencia de vampiros o seres de la noche, solamente asesinos, ladrones, traficantes y manipuladores que quieren hacernos creer las fachadas que ni ellos se creen.


—¿Qué haría usted entonces si se equivoca?.—le preguntó una de las entrevistadoras, era muy bella, tenía cabello castaño y ojos cafés preciosos.


—¿A qué se refiere señora?...


—Roxana.—respondió con cierta picardía.—Y me refiero a que existen miles de posibilidades en este mundo, digo usted no conoce aún a los verdaderos culpables, entonces cómo puede saber si son o no seres de la noche?.


—Es lo mas ridículo que he… —dijo entre dientes, pero se recompuso al ver que todos la miraban e intentaban reírse un poco.—Pero si, lo que haría, tal vez llamar a un especialista.


—Bueno también están los ajos, las cruces, el agua bendita, la verbena y me dice que ¿no sabría qué hacer?.


—Eso sería en un caso hipotético jovencita.—mencionó al final.


La entrevista de la que había salido había sido la más extraña de todas. Para cuando dejó a los periodistas se dio cuenta de que había perdido de vista a Mateo. Entró en desesperación, corrió directo a la tienda y preguntó por su hijo, pero nadie le dio respuesta, eso jamás le había pasado, estaba demasiado aterrada, tenía mucho miedo, asi qué salió corriendo, ingreso a cada tienda, centro comercial, gritó el nombre de su hijo, le avisó a las autoridades y comenzó la persecución por toda la ciudad. La cual comenzó a ser invadida de nuevo por insectos de toda clase pero esta vez dentro de las casas con multitud de chiripas y cucarachas por todas partes.


La desaparición del niño alarmó a todos los habitantes, tanto, que les prohibieron la salida a los niños solos de casa. Michelle perdió completamente la tranquilidad, el único caso en el que centró toda su atención fue en el de su hijo, era tan solo un pequeño de diez años y ella, la investigadora de los cientos de muertes, precisamente había sido blanco fácil. Durante mucho tiempo ese culpo, se arrepiente de muchas cosas, se odió, luego dejó de dormir, despues ya no come, llegó a enfermarse.


—¿Cómo te atreviste a secuestrar a un niño?.—gritó Roxana con mucha fuerza y enojo.


—Te calmas hermana, esto era para ayudarte a superar tu trauma y además tenía ganas de probar de nuevo la sangre infantil.—no dejaba de mirar a aquel pequeño acostado en el piso de una cabaña abandonada que quedaba cerca a la que era antes la antigua mansión de los hermanos.


—Ya no se dé que me sorprendo.—manifestó enojadísima, tanto que se abalanzó hacia él y lo empujó con tanta fuerza. Ambos forcejearon y se hacían con sus dientes sonidos como lo hacen los gatos.—Has matado niños, eres el peor vampiro del mundo.—lo pensó de nuevo.—Peor que eso, no mereces esta maldición, no mereces hacerte llamar mi hermano, te odio, te odio.


—Y con eso?, somos monstruos horribles Roxana.—la tomó de los hombros y la zarandeó. —Reacciona de una buena vez y abre esos ojos que solo te sirven para llorar y dar lástima.— eso era verdad, tal vez era demasiado compasiva, pero lo que él hacía era lo más monstruoso del mundo y por otro lado, mientras que él disfrutaba el lado vampírico de ambos, ella se llevaba la parte más pesada y era el remordimiento por todo lo que hacían mal.


—Eres malo, malo, cruel, malvado.—respondió así.—Sabes Rómulo, a veces pienso que el que debe abrir los ojos eres tú.—descanso y logró cerrar sus ojos, despues volvió a ver al pequeño.— No dejaré que le hagas daño, puedes manipularme todo lo que quieras, pero no te atrevas a dañarlo porque me mataré, te lo juro.—En eso se acercó a la ventana e intentó quitarle la cortina, puesto que todavía era de día.


—Estas locas, jamás me habías hecho semejante cosa.—le gritó muy preocupado por primera vez en todo el tiempo que llevaban juntos.


—Decide o te juro que soy capaz de acabar con esto de una buena vez y lo sabes.—respondió atónita y con demasiado miedo.—Voy a matarnos, voy a matarnos a los dos, la luz nos matara si eres capaz.


—Ya basta, está bien, solo deja de jalar esa maldita cortina.—El tormento había pasado. Estuvieron sentados en el suelo un largo tiempo. Cuando se hizo de nuevo de noche, Rómulo se marchó y ella se quedó sola con el niño. Lo miro bien, era demasiado guapo, ahora que lo pensaba, había pasado casi una semana, toda la ciudad había estado tan alarmada que había patrullas en todas partes. Aun así, lo alzó y se lo llevó a la casa que aparece en los periódicos, al parecer era donde vivía la madre, tantos días estuvieron haciendo que se quedara inconsciente que de seguro si la veía por última vez no se alarmaba tanto. Lo dejó acostado en su cama, lo arropo y le dio un beso en la frente, cuando vio su cuello estaba tan tentada a beber de su sangre, se sentía mareada, como embelesada, quería probarlo. No pudo. 


La vida de Michelle regresó de nuevo a su cuerpo, incluso los días pasaron más rápido cuando la ciudad volvió a estar en completa tranquilidad. Roxana sin embargo, se alejó más de su hermano en ese tiempo, estuvo mucho más cerca a la casa de Mateo, lo veía siempre que podía, cuando salía con su madre de compras, cuando estudiaba, cuando dormía, cuando iba a jugar con sus amigos, incluso cuando estaba feliz o se ponía a llorar. Hubo incluso más de una vez en la que ingresó a su habitación solamente para entretenerse con sus juguetes y ver lo curiosas que eran sus cosas, los dibujos, sus creaciones para la feria de ciencias, inclusos sus escritos. Para cada cumpleaños se decidió a hacerle un regalo, aunque no lo quería admitir, siempre quiso tener un hijo, pero las circunstancias no se lo permitieron. Las cosas que le dejaba en su ventana eran peculiares, una vez le dejó una botella de sangre, otra una rata, luego una capa negra, luego un sombrero, despues un gato.


Cuando Mateo cumplió dieciséis años, se dio cuenta de que tenía su misma edad, es decir, en donde ella se había quedado estancada porque en realidad tenía más de un siglo. Era el chico más guapo de la escuela y todas sus compañeras querían que las invitara a salir, sin embargo, cuando trajo a su primera cita a casa fue cuando algo dentro de Roxana explotó, ella no quería que fuera de nadie más, lo quería solamente para ella. No entendía ese sentimiento, estaba acaso perdiendo el juicio, el haberlo salvado y verlo todos los días no era suficiente para amarlo. La noche de su graduación ella se intentó arreglar un poco más, puesto que estaba dispuesta a que él la conociera tal y como era.


Aunque lo esperó en su habitación, jamás apareció, fue entonces cuando se quedó afuera de la casa, estaba tan entusiasmada, quería verlo a los ojos y decirle quien era, aunque él esperará a otras personas, estaría allí para consolarlo siempre. Cuando lo vio bajar de un carro al otro lado de la calle, el corazón estuvo a punto de salir, él la vio de inmediato, allí, en frente de su casa, estaban tan conectados que ni siquiera los carros que pasaban podías hacerlos perder de vista. Mateo salió corriendo, algo abrumado, subió las escaleras y se metió en su habitación sin decirle nada a su madre.



—¿Por qué me sigues?.—le pregunto muy consternado, estaba tan asustado al ver aquella chica tan guapa, a quien siempre había visto mirarlo desde la otra calle. En el fondo algo le decía que estaba en su memoria.

—¿Tú me recuerdas?.—exclamó ella con su rostro aún embelesado, lo dijo con ternura y calidez, aunque aún no supiera lo que realmente sentía. A veces se sentía tonta con aquel vestido rosa de flores amarillas que había robado de una tienda, pero que se ajustaba perfecto a su silueta, como si significaran mucho en los mundos que los separaban.


—Me salvaste y me has vigilado durante todos estos años.—dijo el joven acercándose mas a ella, de cerca era tan guapo, cabello negro, ojos oscuros, alto, al parecer fuerte y por sus lentes se le veía la mirada mas fija.


—¿Sabes lo que soy?.—preguntó de inmediato al darse cuenta de que lo sabía, siempre lo había sabido, era imposible no darse cuenta.


—¿Puedo decirlo sin que me chupes la sangre?.—era un poco sarcástico, eso podía verlo, había cambiado mucho, eso sí, había algo en el que la atraía, como dos imanes, como la luna y el sol que se acercaban para eclipsar en medio de las eternas profundidades del universo.


—No lo voy a hacer.—quiso utilizar su mismo lenguaje.—Si no me llamas por lo que soy sino por mi nombre.—ella respiró, pensó y lo dijo, por primera vez sin tanta culpa.—Roxana.—Sin embargo en eso él se acercó y la beso tan profundamente que sintió como todo su mundo daba un giro completo y se sumerja en las eternidades de la felicidad, el tiempo se detuvo y sin quererlo despegó sus labios de los de Mateo y enterró sus dientes en su cuello.


—Dijiste que no son lo que parecen.—dijo alguien, ya no era la voz de un chiquillo, sino de un joven angustiado al ver que ella lo estaba succionando.—Te quiero Roxana.—en eso sintió que algo caliente le rodeaba, él la había abrazado, pero era tan deliciosa su sangre, jamás había probado una tan fresca y tan anhelada. En eso sintió que una fuerza la jalaba hacia un rincón, era alguien que podía levantarla y desafiarla.


—Ah, ¿qué haces aquí Rómulo?.—le preguntó angustiada al ver que su amado y ella volvían a correr peligro despues de tantos años.


—Salvándote estúpida.—le gritó con demasiada furia, se acercó a Mateo, lo miró con odio y lo agarró del cuello.


—Basta, basta, Rómulo.—gritaba desesperada mientras que intentaba quitárselo.—Déjalo, esto es entre tú y yo.—de repente el clima cambió, la niebla comenzó a subir como siempre cuando ellos salían en la noche, los lobos aullaban, los búhos cantaban demasiado fuerte y esta vez hubo una plaga, pero de murciélagos que comenzaban a chocar en las ventanas de los ciudadanos. Hubo tanta alarma porque muchas de estas criaturas entraban a la casa, las líneas telefónicas de la policía ambiental colapsaron ante la situación que viven muchas familias.


—Él te iba a engañar tonta, ¿no lo ves?.—de repente los miro a ambos y se quedó perplejo, algo estaba mal y no cuadraba.—A ya veo, pero no entiendo Roxana, porque habiendo conocido a tantos hombres durante un siglo, tuviste que enamorarte del niño del que iba a alimentarse?.—le pregunto consternado ante las miradas que se disparaban entre los dos.


—Eso a ti no te incumbe.— le dijo por fin.—Todo, absolutamente toda mi vida tanto de humana como de vampira me has manipulado, mentido y utilizado y… te has cegado hermano, como los murciélagos.—volvió a respirar y a mirarlo con ira, luego miraba a Mateo, quien estaba allí asustado y sin saber qué hacer.—Te has convertido en la idea que siempre has tenido sobre lo que debe ser un demonio, una criatura de la noche, un vampiro.


—No sabes nada, solo eres una mala creación, eres algo que jamás debí haber salvado y sí que menos conservado.—dijo enojado.


—Estás enojado y sabes por qué.—se sentía en medio de la soledad, fue entonces cuando escuchó gritos, luego la noche avanzó, y avanzó hasta que llegó la madrugada, el gallo cantó.—Porque has excusado todos tus actos malvados, todo lo malo que has hecho y el daño que has ocasionado en el amor de hermano con el que te has vanagloriado en los callejones y canales de Cúcuta.—contestó más que firme.


—Basta, basta, basta, eres una malagradecida, yo te salvé, yo, cuide de ti… yo… yo… —ya no encontraba las palabras, solamente seguían creciendo sus uñas, sus dientes se afilaban más, sus orejas se alargaban y sus ojos se volvían más que rojos.


—Tú te has engañado siempre y dejado que ese vicio por la sangre se vuelva una obsesión, una adicción que ya no puedes controlar.—En eso se inmutó, se elevó tan rápido que llegó a ella en un segundo y la tomó del cuello, luego la golpeó y la empujo con mucha fuerza. Luego llevó al chico a su cama y comenzó a succionar con rapidez su sangre. Ella estaba débil, pero se levantó rápido y lo atacó, intentó quitárselo, pero era imposible, el chico gritaba tanto, con desesperación, puesto que era bien sabido que cuando su hermano atrapaba una presa, jamás la soltaba. De repente en uno de sus ataques vio a Michelle en la puerta y con los ojos le señaló las persianas de la ventana, pero aún faltaban minutos para el amanecer. Ella siguió forcejeando con Rómulo, lo jalaba, empujaba, incluso lo distraía, hasta que un pequeño rayo de luz le quemó su rostro.


—Ahora Michelle, ábrela.—le gritó. La mujer ingresó y de inmediato se abalanzó contra la cortina y dejó que el sol entrara por la ventana, ella cayó al suelo, mientras que Rómulo y Roxana se retorcían en el suelo.


—Tú no ganarás hermanita, las espinas de veneno son nuestra bella maldición.—se acercó rápido a Mateo y le enterró el veneno.


—Llévatelo, llévatelo fuera ya.—le gritó Roxana a Michelle. Golpeó a su hermano fuertemente y tomó a su amado del hombre, junto a la madre lo sacaron.


—Roxana, Roxana, no lo hagas.—decía delirando el muchacho.


—Lo siento tanto, pero es mi… te amo Mateo.—sintió que algo la empujó hacia la habitación. Esa fue la última vez que lo vio. El sol los estaba magullando, destruyendo. Comenzaron a golpearse y mirarse con rabia. Los murciélagos quedaban petrificados por fuera, otros huían, pero no alcanzaron a salvarse.


—Y ahora que, moriremos los dos, estúpida.—le dijo sin aliento mientras que cayó desvanecido al suelo, ya no tenía fuerza.—Solo quedará ese amado tuyo para continuar el legado.


—No soy estúpida, así que... tampoco... no eres tan mal hermano.—le acaricio su rostro y despues lo tomo de la mano. Ambos comenzaron a llorar mientras que sentían como el fuego del sol comenzaba a quemarlos, gritaban tanto del dolor, luego cerraron sus ojos y en menos de un segundo se sumergieron en todo lo que habían vivido durante tanto tiempo, sintieron en ese pequeño instante lo que había olvidado, fue entonces cuando ambos, en medio de la muerte, encontraron la paz y con ella las respuestas a su existencia.—Has dado siempre mi vida por mí, es hora de que yo te regrese el favor, solamente ven conmigo a la luz.



*** 

FIN


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Nota de la autora:

Hola a todos, gracias por continuar leyendo mis escritos, espero que los estén disfrutando. Tengo algunas redes sociales relacionadas con la lectura, aquí encuentran reseñas, información sobre libros, novelas, películas, series, relatos y avisos sobre mis nuevos escritos (en la descripción están los enlaces directos).

Espero que comenten que les parece la historia, le den amor y si tienen preguntas estaré atenta para responderlas.

Disfruta de la lectura en mi universo de letras.

Y.J. Riveros.


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