Capítulo 3: Recuerdos

Despertó en medio de una montaña de realidades que se juntaban una tras otra, como un huracán de momentos, ideas y recuerdos enredados en una maraña de escenas incompletas, cabello y caos, como si no hubiera vivido en un sueño profundo, por esta razón, se preguntó muchas veces si había despertado y queriendo saber, cual de esos mundos era su vida. Como muchas veces, utilizo de nuevo la misma manera de comprobarlo, de inmediato se pellizco lo más fuerte que pudo el brazo izquierdo, hasta que le salió una lagrima, despues sonrió y se le salió una risita.

Pero aunque volvió a arroparse con su sábana suave y acogedora, no era el momento de darle la espalda al mundo, así que sin decidirlo este llegó de repente para hacerla despertar de aquella culpa que vivía cargando desde que era muy pequeña, aquella culpa que le carcomía el alma y que a veces la mantenía atada a sus recuerdos. Hasta que sintió el jalón de su cobija, el cual llegó de repente, sin aviso, y con único fin de hacerla enojar pero a la vez reaccionar y mantener la fuerza.

—¡Niña levántate, no ves la hora que es!.—le decía su tía, mientras Mercy le hacía un gruñido de pereza.

—Ya son más de las nueve de la mañana, tú abuela no tarda en llegar.—seguía insistiendo la tía Kate mientras que daba su sermón diario y seguía doblando las cobijas.

—Tal vez el vuelo se retrase.—decía Mercy toda adormecida. Luego emitió un gran bostezo.

—Eso quisieras, pero al contrario, se adelantó, así que dirígete al baño y cámbiate.—fue lo último que escuchó y en lo que pensó. No dejaban de venir a su mente imágenes en las que veía a Ender, tan solo ese momento no bastaba para enamorarse, pero era algo que no la iba a dejar tranquila hasta que escapara de tal sentimiento que no quería encontrar y si que menos comprender.

—Es hora de volver a la rutina.—se dijo a sí misma, mientras se estiraba y quitaba las sábanas. Aunque era una cómoda vida, del todo linda no podía ser, había algo que escondía en lo más profundo de sus recuerdos. Todo se veía muy borroso y aunque nadie había logrado desafiar al tiempo, los recuerdos siempre serían más fuertes, tanto, que se quedó concentrada y fija observando su imagen en el espejo. Despues de repente vinieron como olas de viento, un recuerdo y despues otro, pero usualmente pensaba que eran solamente lagunas.

Era hermosa la mujer que la cargaba y la llevaba en sus brazos, era como estar en un suave círculo de algodón que le protegía de todo peligro. Su piel blanca, tenía ojos azules, con cabello muy rojizo y hermosos rizos, pero bien cuidado. Nada ni nadie iba a separarla de ella porque en sus brazos tenía todo lo que una persona podría desear, se sentía completa. El campo estaba iluminado, especialmente con el trigo de la mañana preparado para la cosecha, sentía como la acogía en sus brazos y como esa mujer tan hermosa la llamaba con el fin de sacarle risas que llegaban y se iban con el viento. Siempre estaba elegante con esos vestidos tan sencillos, de colores pálidos y floridos, con sus zapatitos cerrados negros y el sombrero que combinaba con el día de campo.

—Mercy, es hora de comer.—era tan suave y encantadora esa voz que no quería que dejara de hablarle. Así que en vez de ir, salió corriendo más al fondo del campo para que fuera hacía ella, era como volar entre las nubes, cada momento era preciso para ser feliz y no dejarlos escapar nunca. La voz se escuchaba cada vez más lejos y poco a poco se iba perdiendo. Quiso regresar hacia esa cálida y feliz vida, pero lastimosamente, todo el cielo trae consigo sus propias tormentas.

—¡Mercedes corre!.—le gritó la bella mujer, quien se encontraba cerca, su voz se escuchó como una alarma que despertaba el miedo. No tuvo tiempo de siquiera decir una palabra, porque al voltear la mirada, se encontro con muchos hombres de traje y zapatos negros que comenzaban a salir de los prados iluminados por una claridad casi enceguedora, magica o supremamente luminosa, que se envolvia al mismo tiempo entre los caminos más oscuros con la llegada de la noche cada vez más cercana. Los miedos la ataron a ese lugar y a ese preciso momento, la mujer corría desesperada pero no entendía el por qué de aquella reacción, lo bueno fue que no tardó en llegar. Y sin darse cuenta, ya no se estaba dirigiendo hacia la hermosa dama, sino hacia los duendes del prado, quería detenerse y alejarse, pero por alguna razón desconocida para su consciente, sus pies no la dejaban y cada vez estaba más cerca de ellos.

—Ven con nosotros Mercedes, te daremos las respuestas, solo tienes que escuchar.—tan solo lo escuchó, pero el hombre no movió sus labios ni un instante, estaba en su mente. Era ese el momento en el que la mujer estaba cada vez más cerca y el miedo invadía su alma ya oscurecida por la maldad...

—Suéltame.—gritó con todas sus fuerzas porque el hombre la tomó del brazo sin siquiera usar el tacto. En ese instante otro hombre que reconoció al momento por la confianza que le daba, se tiró encima del hombre de negro derribándolo y golpeándolo, era alto, de cabello castaño, ojos cafés y medio corpulento, llevaba el mismo traje que los otros hombres aunque algo roto, sabía que era parte de ellos pero a la vez era parte de ella. Mientras lo golpeaba dijo algo que en su mente siempre vivirá como el comienzo de su desgracia y de su felicidad

—Con mi hija no... no dejaré que le hagan daño.—estaba hecho una furia, enojado y frustrado. —¡Mercedes, corre!.—Lo dijo mientras la miraba con ojos de compasión que lo hacían temer el daño que esos extraños podían hacerle a su pequeña.

Tan solo veía el campo convertido en ceniza oscura y su alma inundada de dolor y desgracia, sabía en ese momento que nada estaba bien, pero al mismo tiempo, que nasa volvería a ser lo mismo que antes. Corrió tan rápido como pudo, de lejos vio como la mujer golpeaba a uno de los hombres que la había tomado de los brazos. Pero ella, era más fuerte y con un codazo lo apartó de su vista, salió corriendo directo hacia ella, con todas sus fuerzas corrió, la alzó y se la llevó muy lejos, necesitaba un último abrazo, necesitaba que le dieran fe y le dijeran que todo estaría bien. En ese instante llegan a una casa que reconocía, respiraba miedo y angustia, cayó en sus brazos y ella la agarró con tanto amor como cariño, por esto, no puede evitar decirlo.—Mami, te quiero mucho.

Hasta que de nuevo volvió a escuchar, una y otra vez, esa voz que parecía la alarma más ruidosa que se podía escuchar, al instante salió del agua, viviendo un ahogo profundo, se había quedado dormida con la ropa en la tina, lo que jamás había comprendido era cuánto tiempo pasaba allí y cómo es que nunca se ahogaba, la mente era un misterio decía su maestra, y reconoció de inmediato que definitivamente que lo era. Después volvió a despertar en su cama... —Mercy, levántate ya es tarde tu abuela no tarda en llegar por... —en ese instante, abrió sus ojos y se dio cuenta del sueño que había vivido, una realidad diferente que la llevó a otro sueño de su pasado.

—¿Qué pasa?.—pronunció mientras que al mismo tiempo, tenía muchas intenciones de confesarle a su tía todo pero volvió a decirse lo mismo. Nada tenía que ver con la realidad y no quería escuchar prejuicios realistas en ese momento.

—Es momento de crecer y ser un ejemplo para tu hermano, muévete chiquilla, deja la pereza.

—Todavía es temprano.—decía algo dormida mientras se levantaba de la cama, los primeros rayos de la mañana la hacían sentir muy atontada.

—Si las once, es temprano, entonces yo soy una adolescente.—dijo de manera irónica poniendo su mirada desafiante y acercándose a la ventana del baño para atar las cortinas.

—Solo dame un momento, te prometo que no volveré a dormir.

—Mercy no se trata de eso o...

—¿Oh qué?.

—¿O volvieron las pesadillas?.—dijo en un tono más suave, se volteó y la miró, mientras que le temblaban las manos y cruzaba los brazos para disimularlo, pero no era la tía Kate que ella conocía, además no era el momento de reflexionar.—Solo... me voy a bañar, la abuela no tarda en llegar.

En ese momento la puerta del baño se cerró y su pensamiento quedó bloqueado. La imagen de esos hombres, definitivamente la había traumado. Nunca había soñado con esas cosas, tan solo estaban sus padres en el bello campo. Su abuela y su tía siempre le habían dicho que podría ser uno de sus tantos recuerdos antes del accidente, pero la verdad no eran para nada constantes. Son esos momentos en los que pensaba, si así de hermosa habría sido ese continente del que todos hablaban, ese hermoso lugar de sus sueños en el que era feliz, ese lugar que desapareció con el tiempo acabado por las bombas, la guerra y la pobreza.

—¡Basta, basta!.—se decía mientras se echaba agua en la cara para despertar completamente, se levantó y se secó las lágrimas para lavar y quitar esos recuerdos que la atormentaban. Pasaron algunos segundos antes de que aceptara y entendiera que ese día no la iban a dejar, vivían en ella y aunque confusos, no eran nada, los arrancaría de su conciencia. Salió del baño y se peinó con el gran cepillo que tenía, se fue directo al armario de donde sacó una hermosa camisa suelta rosada y unos pantalones muy cómodos que adoraba, tan solo ver el traje que su tía le había comprado le daba un dolor de cabeza terrible.

Caminó un rato de un lado a otro de la habitación, ese estado la hacía sentirse peor, así que decidió tomar un libro del pequeño librero, el cual, estaba muy lleno de tantos que había leído, pero que adoraba mucho más. Le daba mucha tristeza devolverlos a la biblioteca gigante, donde sabía que se llenarían de polvo, el que tomó preciso era el último de las tantas sagas y conjunto de libros que llevaba a su habitación desde que había llegado a la mansión. Tenía que ser preciso de un asesino en serie, en parte era algo oscuro pero era lo mejor de los libros, el misterio en el que envuelven a las personas. Hablaba de cómo acechaba a su presa con tanta agilidad, inteligencia y vigilancia, pero más que todo con trampas, tanto, que lo hacían quedar como el personaje inocente por su inteligencia a la vista de todos.


En realidad el sillón que estaba al lado del balcón era el mejor, ya que le ayudaba a olvidar muchas cosas, pero a la vez recordar otras que la hacían arrepentir pensarlas. Miro la portada del libro y se sumergió en la gran aventura, tiempo después miró el reloj, no podía creer que había pasado solo media hora, sabía que su mente era muy ágil pero no creía que iba a llegar a esos límites. Se propuso devolver los libros, su habitación estaba muy llena de ellos, debía aceptar que todos estaban destinados a ser recordados sólo por su mente. Preciso cuando los tomo, el teléfono sonó y por voltear la vista tropezó con su cama cayendo al suelo con los libros, por suerte el golpe no fue tan duro como para evitar gatear hacia el aparato y contestar.

—Hola amiga, cuenta todo.—la curiosidad invita a su amiga, sabía que era muy buena y quería lo mejor, pero lo que siempre le daba mala espina era que no siempre era así.

—Christa, qué sorpresa.—manifestaba sin dejar de ojear las páginas amarillentas de su libro.

—Si siempre lo soy, pero no te permito regañarme por teléfono.—le decía en forma de broma, puesto que era muy propio de su consolidada amistad, en la que solía salirse con la suya muchas veces.

—Lo haré el lunes, pero... dimelo ya, ¿cómo te fue?.

—Por qué no fuiste estuvo super buena, había un niño muy lindo.—de nuevo su actitud relajada, coqueta y demasiado sincera, en definitiva sabían que eran polos opuestos.

—Mírala, en vez de traerme tortas y postres.

—Cómo es que solo piensas en comida.

—En serio no crees que somos muy jóvenes para esas cosas.—sentía sin reconocerlo que había sonado como una mamá enojada o quizás ambas tenían su propio y claramente diferente nivel de desarrollo social.

—Solo tenemos trece hay que aprovechar, hay amores que nunca regresan, o eso vi en una película.—eso la hizo recordar que los papás de ella siempre se la pasaban viajando, nunca le prestaban atención a sus fiestas y reuniones.—Ah y a que no sabes ya sé por qué hay tantos hombres con trajes.

—¿Cómo?.—fue lo único que dijo meditando e incluso se levantó sin darse cuenta ante la repentina sorpresa que le daba.

—Son fotógrafos especializados o yo que sé, ayer nos tomó una foto uno de ellos y después llegaron varios a tomarles a todas las personas de la fiesta.—de inmediato el silencio invadió la conversación, pero sin saberlo algo no le sonaba por completo bueno en esa descripción.... —¿Mercy?... ¿Mercy?... ¿sigues ahí?.—en ese momento volvió a su realidad.

—Eh...¿ Qué?.

—¿Estás enferma acaso? dime por...

—Cállate y respóndeme esta pregunta.—estaba decidida a resolver el confuso momento que la dejó impactada, por primera vez sintió algo de miedo.—¿El fotógrafo llevaba un smoking, zapatos y gafas negras verdad?.

—Si pero cálmate, entiendo que quedaste traumada con lo del hombre que nos perseguía ayer pero...

—¿Qué?, claro que no, estoy segura de que esto no es casualidad.

—¿De qué hablas?...¿hay algo que no sé?.

—Tan solo olvídalo, debo irme, mi abuela llega hoy y debo ayudar a mi tía.—se insistió mucho en hacerla creer eso para sublimar el planteamiento y evitar una discusión telefónica.

—Ah sí, tú tía nos invitó a la reunión.—confesó con total tranquilidad.

—¿Qué cosa?...¿cuál reunión?.

—Ay perdón debí callarme era una sorpresa.

—Ya es muy tarde, habla.—era típico de Christa que se le salieran comentarios tan aburridos sobre chicos pero que mencionara que iban a reunirse era algo fuera de lo común.

—Tú tía nos invitó por la llegada de tú abuela.

—¿Nos?.—pensaba y se preguntaba sin parar, de seguro había más.

—Los Ferrec también fueron invitados.—de nuevo el destino le jugaba otra de sus inesperadas sorpresas.

—No puede ser.

—Hablando de eso... ¿cómo te fue con Ender?.

—No lo sé, es muy especial pero...

—Mercy no te entiendo el accidente sucedió hace tiempo, además son tal para cual.

—No se trata de eso, sabes que...

—Claro, los dos son adoptados, sensibles, amigos desde peque...

—Ya es suficiente, tengo que irme, hablamos después.—de nuevo se sentía como una piedra, no podía ser sincera con nadie, ni siquiera con ella misma, solamente colocar un dedo y cubrir todo lo que la dejaba fuera de lugar, se odiaba por cambiar tanto de personalidad sin poder evitarlo.

—Pero...

—Pero nada, adiós, besos y abrazos.—no tuvo tiempo de escuchar el gruñido de ella cuando tan solo había colgado y su mente volvía a estar en blanco. Estaba tan desconcertada que pensaba cómo logró reponerse, tomó los libros y bajó a la biblioteca a devolverlos. Su tía por suerte, había salido para hacer unas compras para la bienvenida, así que mientras Michael jugaba con sus carros, decidió vivir en su mundo por un tiempo ya sin reglas o sombras...

A decir verdad necesitaba mucha limpieza. El lugar era enorme y por suerte llevaba un pantalón y camisa viejos. Tomó un pañuelo y comenzó a limpiar más que todo los libros de arriba y a observar aquellos de abajo. Su mirada se quedó fija en la ventana, comenzó a escuchar risas del pasado. Era tiempo de invierno, ya se acercaba la navidad, el frío colmaba el mundo, así que de repente, desapareció así como los copos mágicos que caían de los árboles. Había una mujer de edad, sentada en el mismo sillón de siempre con sus libros de pasta gruesa, su vestido verde azulado con flores rojas estampadas, le hacía gracia con sus zapatos, eran muy elegantes, llevaba el cabello corto y por supuesto canoso con algunos adornos rojos colgados.

—Nena, pasa no te quedes allí.—la mujer le habló mientras ella solo asomaba media carita por la puerta entreabierta. Era una niña hermosa de cabello ondulado negro y ojos negros, su carita era angelical y llevaba un vestido de flores de colores con zapatos negros.

—Acércate, te quiero mostrar mi mundo mágico.—ella solo miraba algo asustada, estaba muy confundida, temía todo lo que había en esa nueva casa.

—¿Te gustan las historias de princesas y árboles encantados?.—decía la anciana dispuesta a mostrarle la sección de niños. La pequeña solo movía la cabeza, mientras avanzaba poco a poco como si fuera una mariposa que volaba por primera vez. La mujer se acercó y mostró algunos libros, la pequeña niña solamente los observaba, como si fueran todo.

—¿Quieres que te lea alguno?.—la niña movió la cabeza hacía abajo deseando escuchar el que sería su gran momento feliz. La invitó a sentarse en el sillón, mientras que le contaba poco a poco con ayuda de los dibujos el cuento de Blancanieves y los siete enanitos... —Y entonces la bruja le dio una manzana envenenada, dejando a la pobre chica en un sueño de muerte eterna, ante aquella tragedia, los enanos corrieron al rescate... y al final el príncipe con un beso despertó a la bella Blancanieves y así vivieron felices para siempre.


—¿Te gustó?.—en ese momento Mercy tenía los ojos aguados y sentía como un pequeño dolor oprimía su pequeño corazón.

—¿Esos finales existen abuela?.—preguntó de inmediato con mucha curiosidad.

—Oh mi amor claro que si, siempre se puede soñar con la felicidad.—le dio un abrazo que le secó una lágrima que se le salió de inmediato.

—Tú eres una hermosa princesa y este es nuestro palacio.—con su dedo arrugado que tenia solamente un anillo con un simbolo de gato negro le oprimio la nariz.

—¡Tú eres la reina entonces abue!.

—Así es y por eso... —disculpe señora aquí traigo chocolate caliente si les apetece.—Dijo Carol mientras ponía en una mesita las tazas.

—Oh sí querida, gracias.

—¿Mi niña quieres...?.

—Ah, otra cosa señora Adams, su hija la necesita con urgencia.—la mujer miró a la pequeña y de un momento a otro se apartó junto con Carol del sillón.

—¿Qué pasa?.—le pregunto ya alejadas en tono muy bajo.

—Es sobre el accidente.—susurraban, pero Mercy sabía perfectamente a qué se referían, aunque tuviera solo tres años.

Su mirada no se apartaba de las dos mujeres, por eso su abuela salió rápido, casi corriendo de allí pero... ¿por qué correr?. Mercy fingió un rato que leía cuando la puerta se cerró, se levantó y caminó sigilosamente hacia la salida, pero al jalar la puerta se dio cuenta de que estaba con llave, así que había algo de lo que no querían de lo que se enterara. Corrió hacia la ventana que conducía al jardín, retiró la cortina y logró visualizar algo que la sorprendió. Estaba su abuela y una mujer con vestido negro discutiendo. Era rubia y tenía un gran sombrero negro con una flor, parecía que estuviera de luto o algo parecido, el caso era que su abuela le gritaba y ella solo la miraba, pero en un instante, Selena apartó su mirada hacía la ventana y en ese momento la mujer la siguió, descubriendo a la pequeña que observaba con mucha curiosidad. Nunca se iría de su recuerdo la imagen del rostro de esa mujer. De un momento a otro, algo la jalo hacia adentro con mucha fuerza.

—Acaso perdiste la cabeza.—era su tía Kate, a punto de tener a su primer hijo, llevaba ropa de embarazo, una camisa blanca y una braga de pantalón que le quedaban grandes, le sentaba bien la pancita. En ese momento bajó las cortinas y desvió su mirada un momento afuera y luego a la niña.

—Yo... yo lo sien...

—No Mercy, está bien no debí hablarte tan fuerte.—ella solo se quedó en silencio y con muchas ganas de llorar o de salir corriendo.

—Prométeme que nunca vas a volver a espiar a las personas mientras están hablando, si no te dejan.

—¿Por qué?.—le pregunta con la mente aún en blanco.

—Porque ahora seré tu instructora y debes obedecerme.—la niña ahora sí que estaba más confundida que antes, pero bueno, siempre intentaba tener el mejor comportamiento. Después la joven embarazada se sentó en el sillón de su abuela, en ese momento se acercó a su tía algo agotada mientras tocaba la pancita con la mayor suavidad posible, era como acariciar una flor, era tan hermoso ese momento que no quería que nada lo dañara. Sentía como el bebé se movía y daba pataditas, su rostro ahora tenía una gran sonrisa. Ya no se sentía tan sola.— Sabes, creo que va a ser un niño.—pronuncia la pequeña con mucha seguridad. Aunque lo más curioso de ese tiempo, fue que jamás volvió a ver a la misteriosa mujer rubia y vestida de negro que vio por la ventana. La luna estuvo oculta por unos largos meses, muchos ciudadanos afirmaban que era el fin del mundo, mientras que ella se la pasaba estudiando en casa y convirtiéndose en una dama. Hasta que el día que nació el bebe, misteriosamente volvió a salir la luna llena, quedando para todos como un simple defecto lunar.


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Nota de la autora:

Hola a todos, gracias por continuar leyendo mis escritos, espero que los estén disfrutando. Tengo algunas redes sociales relacionadas con la lectura, aquí encuentran reseñas, información sobre libros, novelas, películas, series, relatos y avisos sobre mis nuevos escritos (en la descripción están los enlaces directos).

Espero que comenten que les parece la historia, le den amor y si tienen preguntas estaré atenta para responderlas.

Disfruta de la lectura en mi universo de letras.

Y.J. Riveros.

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