Capítulo 2: La bienvenida

Varias tardes de su vida habían sido aburridas, buenas, malas, incluso algunas tristes, como cuando sacaba muy baja calificación en el colegio, pero desde que su estado emocional estaba transfigurado por culpa de la etapa tan abrupta de la adolescencia, se encontraba en pleno conflicto interno. Y peor, se sintió al descargar su bolso en el sillón de la sala, acostarse y cerrar sus ojos, estaba demasiado agotada, tanto, que lo único que deseaba era verse durmiendo y olvidándose de su mundo. Hasta que llegó su hermano y los llamaron para el almuerzo. Debe quedar muy claro que, según la tía Kate, estaba prohibido hablar en las cenas, en reuniones o chismear sobre cosas que nos les incumben.

Al terminar de comer, se levantó muy rápido, se fue detrás de su hermano e intentó escabullirse despacio hacia su habitación, hasta que la tía los descubrió:—Y ahora, ustedes y todos deben prepararse para la llegada de la abuela.— era lo único que faltaba para que sus nervios terminaran desbordados. Su tía no paraba de dar vueltas de un lado para el otro, midiendo y arreglando cada detalle a la perfección, hasta que la casa se viera deslumbrante ante la anticipada y recién anunciada llegada de su abuela; aunque era algo imprevisto siempre se encargaba de anunciar con precisión a todos, por ello sus paciencias en esos momentos llegaban a contrariarse.


—Mira tan hermoso el traje que te escogí.—decía la mujer admirando aquel vestuario de falda corta y buzo largo como de secretaria, con un color lila pastel que irradiaba jugosidad y ternura. Mientras Mercy trataba de contener la risa al ver el traje de maniquí, así que solo le salió decir.—Ahora me quieres convertir en una supuesta y perfecta dama.


—Niña compórtate, no ves que este evento es importante, deben estar elegantes para impresionar a tu abuela.


—Tía debes calmarte, vas a terminar desesperada.


—Pruébatelo, si no te queda lo cambiamos, además mira el sombrero, es perfecto.—Decía mientras se lo colocaba, se miraba en el espejo y lo volvía a dejar en su lugar. Su querida sobrina solamente abría los ojos y los arrugaba con un «Es en serio». Mientras salía de su habitación detalló el traje muy bien y se dio cuenta de que se vería más como una tía Kate que como Mercy, «Tiene que ser un chiste», se repitió durante todo el día.


Probándolo, recordó la conversación con Christa, así que primero se vio en un espejo y definitivamente parecía un espantapájaros, pero adornado. No pudo evitar soltar una risita y tomar el aparato para hacer una llamada. Desde aquel incidente de la sobrepoblación, en cada casa solo se permitía tener un computador, un televisor y un teléfono, desde que los celulares se desecharon, siendo la principal causa de malos entendidos, indiferencias y demás situaciones que sin las redes sociales se mantienen controladas... eso exactamente fue lo que la guerra buscaba... control.


—Christa, soy yo Mercy, cuéntame todo lo que sepas, no inventes, ni que fuera tan ciega.—no quería insistir más en el tema, pero ya se estaba comiendo las uñas y era lo más interesante que tenía por hablar. En ese instante el traje le comenzó a picar y solamente quería quitárselo.


—Ya te lo dije, además la llegada de tu abuela requiere de una preparación precisa para su llegada.—De nuevo la misma situación, cada año que su abuela Selena regresaba, las familias más cercanas celebraban que la suprema líder que viajaba a negociar la paz al otro lado, por fin regresaba.


—Amiga solo cálmate.—ella vivía cerca, solo que su casa era más grande, por lo que sus padres eran políticos o estaban relacionados con algo parecido, de eso escuchaba hablar a todos.


—No me calmo, primero no quiero que se arruine nuestra amistad y con lo de la abuela me siento ofuscada.—respiro un poco más, se tiró a la cama y recostó mirando al techo.—Llegara en el vuelo privado más próximo y estoy que me quito este traje tan incómodo.


—Yo digo, que todas las chicas de nuestra edad quieren novio y que tu abuela llegará, todos la alaban y después se marchara, su trabajo es muy imprescindible.—en parte así era, pero el problema era que Mercy no quería todo lo contrario, que su abuela se quedara por fin para siempre en la mansión.

  

—Solo quiero hacer lo que siento, sabes… —se quedó un rato pensativa, mirando el cielo estrellado falso que se veía cada vez más a medida que caía la noche.—Solamente, hacer lo que está bien.


—Solo sé tú misma entonces.—en ese momento los ruidos aumentaron. Se escuchaba un poco de música con alto volumen y después voces mezcladas.


—¿Con quién estás?.—le pregunto. Arrugó sus cejas y se sentó en la cama mirando hacia la puerta, como esperando a que alguien viniera a llamarla.


— Yo eh…


—Vamos, ya se hizo tarde.—dijeron, pero cada vez más se escuchaban murmullos y carcajadas.


—¿Christa quién es?.


—Solo voy a ir a cenar con unos amigos y con mi recién llegada… —se quedó pensándolo, estaba nerviosa por supuesto y no sabía muy bien si era mejor comentárselo.—Hermana mayor.


—Imposible.—de un salto prácticamente se puso de pie y sin poder procesar bien la información permitió creérselo. Es cierto que su padre Teodoro había tenido otra hija fuera del matrimonio con una mujer de clase más baja que su actual esposa, la actual gobernadora Leonora, la madre de su mejor amiga.—Regreso de sus viajes por todo el mundo… dime cuando… como… es… dímelo todo…


—Calma Mer… todo a su tiempo.—termino diciéndole con mayor tranquilidad, el ruido aumentaba cada vez más y por supuesto a Mer, no le agradaba nada la idea de los cambios repentinos


—Bueno, creo que solamente me queda decirte que no recibas nada a extraños y… que te cuides.—Ya sabes, lo que nos ocurrió al mediodía es algo que me dejó con los pelos de punta.


—Ay, Mercy Adams.—dijo con tono de regaño o quizás lástima.—¿cuándo saldrás del cascarón?, yo sé cuidarme, cuídate tú con aquello de tus padres, no dejes que tu tía te lo eche en cara, eso no fue tu culpa.—algo en lo que era especialista su amiga era en ser demasiado directa, jamás tenía miedo de nada, ni el qué dirán o el qué decir.


—Si lo sé, tan únicamente no hablemos de aquello... además la tía Kate se esfuerza, únicamente que… bueno ya sabes solamente es diferente.—estaba buscando las palabras adecuadas cuando se miró de nuevo al espejo.—O quizás se oculta de ella misma.—un silencio repentino inundó aquella llamada telefónica.


—¿Chris estás en línea?.—nada, era como si el ratón se hubiera comido su lengua.—Tengo que irme, ya es tarde.—respondió por fin para despedirse.


—Suerte y cuídate.


—Hasta pronto.—fue lo último que escuchó ese día de su amiga. Se quitó el traje y con una camiseta polo y un pantalón suave para estar en casa, se hizo una coleta y dispuso de la casa hasta que su tía decidió devolverla a la rutina diaria. Así que paso corriendo por la habitación de Michael, observando como gruñía a los jalones de pelo que su madre le hacía, insistiendo en que debía verse elegante, debía ser un caballero y comportarse a la altura, aunque este solamente se quitaba el audífono y se disponía a aguantar todo menos sermones. Soltó una risita burlona mientras seguía su camino. El lugar preferido de Mercy era la gran biblioteca donde su abuela coleccionaba libros antiguos, modernos y novelas, las historias eran sus favoritas, era la mejor forma de distraerse un rato. Subía un montón de escaleras y todo por aventurarse, ya que desde pequeña sentía una gran pasión por la lectura. Debe estar claro que la sección primaria ya la había leído cuando cumplió los ocho años, descendiendo así hasta llegar a la mitad a los diez años, y ahora, con trece años ya casi cumplidos, tendría al menos la mayoría leídos, de esta manera, como siempre bajaba a los sillones de cualquier rincón donde pasaba horas despejando su mente.



—Con permiso, señorita.—entró Carol de repente. Ella era una mujer alta de una edad promedio, cabello pintado con rayos rubios y ojos pequeños. Esa mañana llevaba un mono y el traje a blanco con negro normal de trabajo.


—Adelante.—decía siempre con total distracción, puesto que no podía evitar seguir viendo lo que sucedía en su tan preciada novela


—Aquí está la merienda.—Era lo de siempre yogur con galletas saladas y fruta, esta vez eran fresas. 


—Gracias.—siempre decía sin olvidar la palabra nunca, así odiará o amará a la persona. Pasó la noche leyendo y navegando en aquellas historias que marcaban su corazón y que aunque le dolían, la emocionaban y hacían muy feliz, en el fondo sabía que no le pertenecían y que jamás serían suyas. 


Cuando fue cayendo más la oscuridad y las luces, por fin se prendieron sin previo aviso, salió a tomar aire en el balcón. Por alguna razón los balcones de esa mansión siempre dejaban ver lo que sucedía en los demás seguidos y esta vez se encontró con su tía hablando por teléfono con voz susurrante.


—Oh Mercy, ahí estás.—la señaló de inmediato con su dedo. Noto que llevaba el cabello un poco más suelto, pero en el fondo suponía que recogerlo de esa manera se sentía incómodo, en su otra mano llevaba el teléfono celular que había descolgado y que por cierto tenía terminantemente escondido.


—¿Me necesitas tía?.—se dispuso a enterarse de lo ocurrido, le interesaba mucho saber todo primero y jamás de última.


—Tu abuela llegará mañana en la tarde, ya está todo preparado.— dijo entusiasmada, estaba hablando tan deprisa que ni cuenta se dio de qué pasaba un aeroplano gigante. Este sonó tan fuerte que ella quedó sorda y su tía muda, fue una escena muy chistosa en la que dijo varias veces.¿Qué?... ¿Cómo?... no escucho. 


—Hay!. Maldito avión modernista de porque… —Mer no pudo evitar reírse, mientras que su tía solamente se colocaba la mano en la boca y sorprendida terminaba la insistente oración. —Yo y mi bocota… solamente hay que levantarse temprano y realizar todo como yo le he propuesto.


—Entonces ceno y me voy a acostar.—exclamó, todavía con la risa que se le veía por encima de su rostro y en las palabras.


—Si, claro, ahora mismo.


Llegada la noche, se reunieron en la mesa para comer algo ligero, sándwich con jugo de manzana y un postre de arándanos. Todo estuvo estupendo, excepto el silencio que permanecía constante en las cenas.


—Muy bien niños, ahora, a sus camas.—recitaba de nuevo, sin inmutarse como cada noche, su mirada era penetrante y vacía. A veces sentía que algo del pasado la lastimaba o no la dejaba sonreír.


—Vamos pequeño.


—Aún no tengo sueño.—le decía con las señas que hacía con sus manitas.


—Vamos a descansar y te cuento la historia de mi carro volador.—esta vez tuvo que convencerlo de otra manera.


—Está bien.—caminaron hasta el dormitorio despidiéndose de su querida tutora familiar. Cuando llegaron arriba corrieron sin parar hasta la habitación, donde lo prepararon para dormir y comenzar la historia.


—Ya Mercy comienza.—decía Michael mientras se ocultaba en las sabanas. Usualmente, prefería hablar poco, por eso usaba más las señas, símbolos o dibujos que hacía, había muchos de esos colgados en toda la habitación, carros rojos, amarillos, verdes, con rayos, cada uno representaba la esperanza de la infancia.


—Está bien, esta historia se llama el carro volador de América.—Que suerte que era fin de semana, así recibiría a su abuela sin pretensión de compromisos, pensó en un momento en las tareas olvidándolo de inmediato, los compromisos siempre habían sido su mayor preocupación.—Había una vez una famosa corredora de autos voladores, era la mejor del Otro lado.


—¿Cuándo era diferente a lo que es ahora?.


—Si claro, cuando el pasto crecía, las casas eran hermosas y los caminos estaban iluminados por focos, tiendas y árboles.—eso era lo poco que recordaba o a veces pensaba que era solo un hermoso sueño.—Pero ella no era solamente buena allí, mejor dicho, era la mejor del mundo, siempre lograba ganar todas las carreras, siendo una verdadera triunfadora, esta gran chica vivía con sus padres, quienes siempre la apoyaron y querían con todo su corazón.—miró un momento hacia el cielo con nubes que tenía su hermano pegado en el techo de su cuarto y le vinieron todos los recuerdos, de inmediato, todo contribuyendo a su tan conocida historia.—Un día su padre quiso enseñarle nuevos trucos para ganar la final de When-Cheston, su madre iba adelante, pero en un momento desprevenido su padre perdió el control del carro y... —No, ese final no.


—No sabes que voy a decir.—le reclamaba por anticiparse.


—¿Murieron?.—decía entrecerrando sus ojos.


—Más bien volaron… Ese era el truco.—contestó mientras le guiñaba un ojo y le sacaba una leve sonrisa. 


—¿Cuál?... sabes muy bien que eso es mentira, eso jamás sucede en la vida real. —si, lastimosamente así era y eso solamente sucede en la recién creada historia. En la vida real los autos no vuelan, la magia no existe, no se puede controlar el tiempo, la muerte o el amor y tampoco existen las criaturas mágicas.


—Transformar lo imposible en posible no es fácil… pero eso no quiere decir que no siga existiendo la posibilidad querido Michael.—se acercó y le hizo cosquillas en su estómago.—Si yo quiero hacer magia solo necesito hacer esto para hacerte reír. —el niño de inmediato soltó una carcajada enorme. —Silencio, va a venir tu madre y nos va a regañar.


—Vamos Mercy. Dímelo ya… ¿ganó la carrera?.


—Después, con el tiempo, decidió que estar con su familia era más importante, pues compartía su sueño y lo viviría feliz, eso era mejor que millones de trofeos.—eso le recordó las primeras clases de señas. Él las había captado más rápido, claro, pero quería tener un amigo, bueno, el único desde que había llegado, así que practicaba casi todos los días, además en la mayoría de juegos se comunicaban así. Su tía nunca estuvo de acuerdo y le hizo miles de terapias y tratamientos, pero por su parte, como sería su hermana mayor necesitaba hablarle y ante todo darle seguridad, a veces se reía para sí, era una tímida ayudando a un tímido.


—Si tú lo dices.—para él era claro que un final tan radicalmente apuntado a la felicidad estaba muy bien manipulado.


—Soy la narradora y pienso que no todo tiene que ser tristeza o dolor.—se quedó más tiempo mirándolo y después le acerco más la cobija a la cara.—Sé que hay algo más y espero que algún día podamos encontrarlo.


—Promete que jamás me dejaras Mer… promételo por el meñique…


—Claro que lo prometo.—dijo sin más y tomó con su dedo meñique el de su hermano. —Y ahora, a dormir pequeño.—como no quería, tuvo que volver al juego.—Si no duermes, saldrá mi lado oscuro de la tía Kate que vendrá a hacer que cuentes cien ovejas en la cabeza hasta que te logres dormir profundamente.


—No, eso no. Buenas noches, te quiero hermanita.—después de salir de la habitación de Michael se dirigió a su habitación donde se colocó una camisa azul sencilla y un pantalón blanco que le hacían juego. Tomó una peineta y se recogió un poco el cabello, con unos zapatos casuales se emprendió directo al espejo para hacer muecas y detallarse, estaba bien para su estilo. Después se fue al balcón donde logró divisar con detenimiento la bella ciudad, la torre Eiffel se veía hermosa, iluminada, algo que de día ya casi no se notaba, el símbolo histórico de Francia más notable y reconocido, era tan bello que los ojos de la pequeña, se compenetran con esas hermosas luces. No lograba pensar en nada más hasta que la silueta oscura que se movía a su lado la hizo despertar.


—¿Linda noche, no crees?.—era una voz conocida, suave, a la vez joven y algo varonil, como si saliera de un diario escondido de misterio.


—Si tú lo dices.—logró detallar con la poca luz que había al niño alto de ojos verdes y cabello negro que se acercaba a su lado, su piel era blanca, llevaba un pantalón gris y una camisa azul marino con letras blancas.


—Contemplando el paisaje.—afirmó este acercándose. —Si ya lo conoces como yo, no entiendo que es lo que tanto buscas o quieres encontrar.


—Así es.—se abalanzó y le dio un leve empujón del que los dos terminaron riendo.—Tal vez no sea lo que busco, pero eso es lo que lo vuelve más sublime.—respiro de nuevo y sonrió.—El misterio que aguarda y en el que quisiera estar sumergida, aunque sea por una sola vez.


—Escuche que tu abuela llegará mañana.—genial, ya todos sabían la noticia. No es que fuera algo 


—Los rumores vuelan, ¿no crees?. Pero, sí, es verdad.—Los dos eran mejores amigos desde pequeños, aunque las cosas habían cambiado, los años pasaron volando y cada vez estaban más cerca que antes de ser encerrados mucho más.—¿Nadie te vio venir?.


—Siempre soy sigiloso.—bromeaba como siempre.—Como un gato, ya sabes que son como sombras rápidas que se deslizan por las paredes sin poder ser atrapadas.


—Si, claro, señor gato y sombra.—su sarcasmo era lo que más la hacía encontrar cierta tranquilidad.—¿Trajiste el juego?.


—Y la comida, así que de nada.—saco de su bolso, que por cierto, estaba muy bien escondido, paquetes de papas, jugos en botella, dulces por montones y el tablero con las fichas.


—Ajá, cuenta más el lugar, así que de nada.—se sentía mejor cuando estaban en una lucha armoniosa que solo los dos comprendía.


Después de eso se echaron a reír y comenzaron a jugar en la mesita del balcón con algunos juegos de mesa que traía, era algo divertido. Ender siempre fue el mejor en esos juegos, sus padres adoptivos eran muy estrictos, algo parecidos a su tía Kate. Después de que cada uno ganó una partida diferente, hablaron y tomaron aire desde el balcón, donde se veía el símbolo de la hermosa París iluminado por la noche, además de los árboles moviéndose un poco por el aire frío que acariciaba su piel con la oscuridad de la misma.—Recuerdas cuando llegue Mercy, tú eras tan pequeña y hermosa.—a Ender el símbolo de la torre Eiffel, le recordaba el día que llegó a Francia, el día en que su vida cambió con tan solamente seis o siete años de edad.


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—Claro, como olvidar el día que nos conocimos.—ella aún era pequeña, pero recordaba perfectamente el día en el que los Ferrec llegaron al vecindario, además de que su tía hablaba mucho de ellos y de lo socialmente alejados que eran. Él llegó en un auto elegante y con un hombre bien vestido de traje negro. El niño iba bien custodiado, según recordaba. Era mayor por dos años, pero desde ese instante en el que sus habitaciones quedaron tan cerca, su amistad se hizo más fuerte. Desde sus balcones comenzaron a conocerse y a jugar, a contar sus secretos, misterios, aventuras del día y nuevos datos curiosos. Él siempre le contestaba lo que ella le preguntaba y él le contaba la misma historia, exclusivamente que su pasado en la casa de adopción, la cual le causaba mucha tristeza. Hablaron un poco de todo hasta que la noche estaba llegando al punto de llamar al sueño, los ladridos de perros en la calle que le ladraban a la gran luna acogían a las sombras.


—Es hora de que te vayas, mañana será un largo día para todos.—claramente todos los años era un día único que se repetía. Todos esperaban con ansias las nuevas noticias sobre los acuerdos y políticas que seguirán vigentes para la mayor seguridad de ambos lados.


—Como mandes.—colocó su mano en su frente como un general y se levantó dispuesto a irse. Mercy pensó en ese instante: «Que bueno que Christa no tuvo razón con respecto a sus suposiciones es un…».


—Espera Mercy, yo necesito decirte algo.—«no podía ser, no quería, no lo hagas», ya no había tiempo, ni pensamientos, quería salir corriendo, no ser ella, que él no fuera él y que algo sucediera para que no tuvieran cabida los sentimientos.


—Sí, claro adelante.—era la situación más incómoda de su vida y la primera a la que no sabia como reaccionar. Ahora sí, suponía lo que le iba a decir, su ser entero comenzó a temblar y a dudar de sí misma.


—Creo que entre nosotros ha crecido un gran sentimiento con nuestra cercanía desde pequeños, con nuestras charlas y juegos.—Si claro pensaba Mercy,«pero solo como amigos».—Así que si me permites quiero decirte algo.—en eso se le sale una risita que no pudo evitar, necesitaba encontrar otro punto.


—¿Algo?... todavía no han caído los pétalos de la primavera—dice ella. En eso Comienza a acercarse como en cámara lenta sosteniendo la mirada, pero en ese momento logró enfocar su vista en la silueta de un hombre que se encontraba diagonal a la casa. Parecía estar tomando fotos, ya que llevaba una cámara y estaba hablando por teléfono.—¿Ender ves a ese hombre?.—Sin darse cuenta cambió en un instante la conversación y éste fijó su vista en el hombre extraño diagonal a ellos.—Debe ser un vagabundo.—dijo casi forzando la vista, al parecer no había traído sus gafas, aunque ella le insistía en que debía usarlas y que se le veían bien.


—Estás loco, los vagabundos no se visten tan elegantes.—el hombre parecía estar vestido con un esmoquin y llevaba unas gafas «espera, lleva unas gafas». Sus pensamientos la llevaron a recordar.


—Parece que no deberíamos... —Es el hombre que me seguía hoy.—interrumpió Mercy, mientras que con aquello recordaba lo ocurrido con christa.


—¿Cómo?.—En serio que se sorprendió demasiado, no dejaba de mirarlo y después dirigirle la vista. ¿Lo has visto?.—no era posible que semejante situación perturbara sus vidas, o peor, que las pusiera en una constante desazón.


—Hoy nos seguía… a christa y a mí… parece interesado en averiguar o tener algo.—le relato en breves momentos mientras que lo seguían divisando. No tenía vergüenza aquel sujeto que los miraba con una sonrisa en su cara y lentes, en plena noche y oscuridad.


—Debe ser un acosador Mercy.— fue lo primero que seguro se le pasó, de lo extraño que le parecía aquel hombre.—Ten cuidado, estas cosas es mejor no callarlas.


—¿De qué estás hablando?.—le pregunto y seguramente se preguntaba, ya que jamás le había sucedido algo parecido.


—Voy a enfrentarlo, ahora mismo.—en ese instante decidido a gritarle y enfrentarlo, Mercy lo aparta un poco lejos.—Estás loco, no le des el gusto.—Pero era muy tarde, cuando volvieron la vista, el hombre misterioso de negro había desaparecido en la inmensa oscuridad de la noche y sin rastro alguno aquella esquina diagonal entonaba el vacío y el resonar de las copas árboles batidas por el viento.—Desapareció.—dijo el niño colocando sus manos en su cabeza.


—Te prometo que estaré bien, cálmate, si noto algo raro te lo contaré de inmediato.—lo miro y lo tomó con su mano de uno de sus hombros.—Jamás, pelear, gritar o los golpes es la solución.—le dijo para que lo tuviera en cuenta siempre a pesar de las dificultades.—Además soy fuerte, puedo seguir cuidándome sola.


—Está bien, confió en ti.—también la tomó del hombro en señal de su amistad y la miró con mucha más ternura que nunca. 


—Espero, que también confíes en mí.—el viento comenzó a soplar con fuerza y en ese instante, las hojas de los árboles cayeron, revolotean y adornaron aquel cuadro parisino que debió quedar en memoria de aquellas primeras amistades que se convierten en primeros amores para después ser los más olvidados, como las hojas verdes recién caídas cuando se combinan con aquellas marchitas ya dejadas atrás. 


—Siempre ocultarás el mayor misterio de todos.—dijo despacio y con total calma.—Lo guardas que aquellos ojos negros que esconden magia, desolación, pena y alegría.—no pudo evitar ruborizarse, en serio que era lo más lindo que le habían dicho jamás.

 

—Antes que nada, yo soy la señorita sinceridad la cual no tiene mucho que ocultar—terminó diciendo a modo de broma para disuadir la tensión.—Además, el único misterio que esconde, es el que estoy demasiado concentrada en la escuela, mis sueños y estresada con mi rutinaria vida… y eso por culpa de…—en ese momento este se acerca a ella y la toma de la mano, le acaricia el rostro con la otra y Mercy solo puede sentir su respiración acelerada y su tembladera, las manos le sudaban mucho y como siempre se anota en su frente «apártalo», no es apropiado, no estás segura.


—Yo te esperaría todo el tiempo necesario, Mercy… te quiero.—y así, el frío corazón de hielo quedó bloqueado en ese instante mirándolo de cerca con una gran confusión pero gran deseo. Así que sin pensarlo la noche los abrazo en un intento de beso fallido que ella misma rechazó, dejando al final pronunciar solamente su negación.


—No es posible ahora Ender, espero que siempre sigas siendo mi mejor amigo, lo siento.—condenándose a la culpa que cargaría por dejarse llevar de sus excusas y no de ese sentimiento tan extraño, que ella misma reconoció solamente hasta que la puerta de la ventana se cerró, camino un poco, reflexionando, leyó otro tanto para desconectarse, pero fue imposible borrarlo por completo de la cabeza, así que cayó en el sueño del que desearía nunca haber despertado. Esa noche se encontró con las hojas que caían de nuevo como todo su peso al verse adormilada, luego vio varios rostros desconocidos, un beso fallido, vio a su enamorado dos veces o era más bien uno solo pero con dos cabezas. Se despertó solamente una vez, desesperada por el calor, agradeciendo al cielo de que todo había sido un sueño, pero al reconocer la escena en sus recuerdos y no tanto en algo soñado, se dio cuenta de que su propio mundo real estaba superando y llevándola a entrecruzarse con los mayores desafíos posibles.

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Nota de la autora:

Hola a todos, gracias por continuar leyendo mis escritos, espero que los estén disfrutando. Tengo algunas redes sociales relacionadas con la lectura, aquí encuentran reseñas, información sobre libros, novelas, películas, series, relatos y avisos sobre mis nuevos escritos (en la descripción están los enlaces directos).

Espero que comenten que les parece la historia, le den amor y si tienen preguntas estaré atenta para responderlas.

Disfruta de la lectura en mi universo de letras.

Y.J. Riveros.

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